21 de mayo de 2007

LA TONADILLERA


Uno tiene un trabajo. El que sea, la oferta es variada. Suele estar sometido al régimen laboral vigente y con ello se gana la vida, unos mejor que otros. Estoy hablando de la empresa privada, de la pública habría mucho más que matizar y la mala leche rebrotaría probablemente hasta nivelar a la razón. Digamos por tanto que Isabel Pantoja tiene un trabajo, oficial, público, el de cantante. Y dicen que lo hace bien, muy bien. Yo la odio por una casualidad. En líneas generales la copla, entiéndase la Jurado o ella, me han dejado siempre indiferente; aunque reconozco que la voz de Rocío era de una espectacularidad que abrumaba. Pero no me hizo nada. Isabel sí. Isabel me torturó durante ocho horas y media, lo que dura un trayecto de autobús entre Cádiz y Madrid. No fue su culpa, pero ella estaba allí. Tuvimos los allí presentes una concatenación de casualidades desgraciadas. Buena parte de nosotros la de tener que servir a la patria tan lejos de nuestra casa, y tener que regresar de vez en cuando a recuperar fuerzas a nuestra vida perdida (por obligación, evidentemente, devoción ninguna). La segunda casualidad, y esa afectaba a civiles y militares de reemplazo, fue que el conductor fuera un cachondo. Hoy no hay película, dijo, no tenemos cascos y puede que a alguno no le guste. Pero tengo unos videos muy bonitos que nos van a gustar a todos, dijo con su gracejo sureño antes de enfilar la autopista y darle al play. Madre mío, ocho horas ininterrumpidas, sin anuncios, que tenían aquellos videos analógicos chapuceramente empalmados, de Isabel Pantoja. ¿Es para odiarla o no es para odiarla?. Cuiriosamente no hubo rebelión a bordo, lo que invita a pensar que entre los asientos había un buen número de admiradores. Yo, en cambio, lo recuerdo como el viaje más penoso de toda mi vida.

Por eso no creo que sea muy imparcial al valorar lo que está ocurriendo con ella. No me da pena, creo que este tipo de personas son utilizadas como momeda de cambio, sí, pero se le aplica la legalidad, y debería saberlo: delinques y crees que nunca te va a tocar, y cuando te toca mejor pensar que es que iban a por tí, que aceptar la evidencia. ¡ Claro que habrá otros en su situación !, pero eso no la exime de cumplir con la ley, como todo hijo de vecino. Ahora, lo de la contratación, y de ahí la intruducción laborar de este artículo, por parte de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento, para dar dos conciertos casi consecutivos (y más que tiene previsto) fuera de programa, vamos, que ha sido ir a la cárcel y ser la artista de moda en la Villa y Corte; eso, digo, es otro cantar. Que sí, que sigue siendo un contrato legal entre un ayuntamiento y una artista. Pero da que pensar. Y es que la capacidad retadora de la Espe y el Faraón no tiene límites. Es su juego, y a los madrileños nos toca cargar con ello, seamos o no votantes de su partido. Así que todo artista de renombre que se precie y que tenga problemas con la ley, que no se preocupe por la fianza, mientras estén los socialista en el gobierno y se les culpe de aplicar la ley, estará Espe para poner cuatro bolos que ayuden al susodicho a salir fianzado de la cárcel. Cuanto ama el arte esta mujer, madre, cuanto lo ama.

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