EL FÚTBOL

Ayer estuve viendo a ratos el partido de la final de la UEFA. A ratos porque a mi pareja no le gusta el fútbol y por nada del mundo sacrificaríamos la intimidad del sofá. Así que íbamos de la serie de moda (ayer Perdidos, capítulo 20 ¡ que viva Emule!) a los jovenzuelos en pantalón corto. Pero he de reconocer que me gusta el fútbol. Y mucho. Me gustan en general los deportes, practicarlos y verlos (cuantitativamente más lo segundo y cualitativamente no sabría decir). Lo que más me gusta, y con diferencia, son los deportes de equipo, fútbol, baloncesto, balonmano...Los deportes individuales los admiro de forma anecdótica y el grado de implicación depende del grado de heroicidad de su practicante y de algo más emocional. Miguel Induráin nos hizo a todos ciclistas como Nadal acabará haciéndonos a todos tenistas.

El fútbol en nuestra vida es algo más que un deporte de masas. Tiene implicaciones propias y las comunes de cualquier deporte en equipo. Por ejemplo, pensando en la educación de mi hijo quisiera que creciera en el deseo de practicar deportes en general y aquellos de equipo en particular. Amigos, un objetivo común, entrenar cada semana, la madurez para asumir los retos. Esos son algunos de los valores que recibirá de un deporte en equipo, valores de los que yo puedo hablarle solo en teoría. Y pienso que el fútbol es el deporte perfecto para todo esto. Pero también es algo más, es un nexo de unión y un desengrasante de incómodos silencios. También un detonante de amistades, un chascarrillo que invita a la charla. Saber de qué equipo es un compañero o compañera de trabajo te asegura una charla divertida en cualquier momento.

Digo también que es un nexo de unión porque en nuestro círculo masculino de amistades utilizamos el fútbol como excusa para vernos. Al praticarlo, porque todavía nos arrastramos por esos campos de arena del barrio, y al verlo. Es más fácil cuadrar una agenda para una final de la Champions que para una boda. Un partido del Madrid, o del Atleti son unas cervezas, unas risas, probablemente una cena y hasta unas copas. El cabreo dura lo que dura el partido, ni más ni menos. Y con la edad, ni eso.

Por todo esto nunca he entendido a las personas que desprecian de forma general un deporte porque su expresión profesional se nos presente como un campo de cultivo para las corruptelas y los trepas, por la falta de compromiso de sus practicantes. Entre otras cosas porque no entiendo las afinidades que se generan con los equipos. Reconozco que el fútbol se vive de otra forma si sientes algo por los colores, pero eso no hace que resulte lógico. Y mi argumento creo que es irrefutable: ¿cuantos jugadores quedan del Madrid que en mi infancia me condenó al merenguismo?. Ni uno, por tanto ¿por qué tengo que seguir admirándolos a muerte?. No soy un buen hincha, y grito como el que más, pero no me implico lo más mínimo fuera de los límites del campo. Entiendo que unas veces las cosas salen y otras no, pero cuando ves a un tipo como Zidane armar la pierna, elevarla al cielo una noche de mayo y lanzar un tiro imposible que rasque la escuadra gritas, claro que gritas, y besas a tu pareja, a tus amigos, al camarero y si alguien gritara en el bar ¡ que viva el fútbol !, ni te lo pensarías, ¡ que viva !, gritariais al unísono.