El sábado dediqué la mañana a una de esas odiosas actividades de la que no esperas mayor beneficio que el logístico y práctivo que te obliga a trabajar: ordenar el trastero. Por suerte el flamenco de Atún y chocolate y la simpatía macarra y calé de La excepción (más que recomendables ambos) me animaron las horas de tetris y reciclaje. Lo que pasa es que toda actividad que implique la manipulación de objetos antiguos, algunos verdaderamente viejos, viene acompañada de una buena dosis de nostalgia. Vi mi colección de novelas (propias), aquellas primeras con letra caligráfica y obediente, simplonas en su resultado, pero muy intensas en su proceso y en su síntesis. También la documentación utilizada para aquellas que fueron llegando después, cuando aún aleteaba soñando con ganarme la vida con esto de la escritura. Las primeras copias con letra de ordenador, encanutadas, con portada, contraportada y nota bibiográfica. Los cuentos, infinidades de cuentos. Las colecciones de Fotogramas, las del As de cada final de liga (¡ desde 1981!), el periódico del día que nació el primero hijo en el grupo de amigos. Y fotos, miles de fotos que alargaron el proceso de ordenamiento y limpieza. Me vi delgado, guapo, con pelo largo, soñador. Tuve que sacar fuerzas de flaqueza para dedicarle el tiempo justo, o la misión del trastero hubiera quedado una vez más inconclusa.
Este proceso de nostalgia, que suele patinarme el alma un par de días, culminó con la visita a mi barrio. Mi barrio sigue siendo aquel en el que me crié. Están en fiestas y había títeres para los críos. Y ahí estábamos todos, los mismos que quince años atrás esperábamos el amanecer cantanto menos impuestos y más fiestuqui. Pero ya no apurábamos el último mini, ni tocábamos las palmas, ni teníamos la sensación de que el tiempo no se va a terminar jamás. No, teníamos carros, gorras para niños, baberos, biberones, enormes bolsas con pañales y mudas. Y prisa, mucha prisa. Estábamos más gordos, algunos más calvos, más feos. Ellas, no tanto, siempre se cuidaron más. No nos saludábamos porque de muchos no supimos ni los nombres. La noche invitaba a la intimidad con semi conocidos, con aquellos que te cruzabas en el patio del insti y sabías, como mucho, que no eran enemigos en la cancha, ni en el ligue y que iban a tal o a cual curso. Pero formábamos parte de la misma realidad, del mismo entorno, del mismo tiempo, y una sonrisa nos bastaba para identificarnos, para decir sé que estás ahí, te conozco. Con suerte hasta nos veremos por la noche, tal vez con una cerveza o una copa en la mano y bromeemos sobre como pasa el tiempo y todo sigue, en el fondo, siendo igual...¡ menos impuestos y más fistuqui !.
5 comentarios:
logístico y práctivo (...)¿?
...
la nostalgia ... llegará un momento en que no la sientas, porque sin despreciar tu pasado disfrutes de tu presente, porque aunque estuvieras más delgado te sientas mejor dentro de "tu cuerpo actual" porque te quieras más, porque el tiempo sirve para mucho más que para ponernos arrugas en la cara. Un beso sin nostalgia PAQUITA
Hola Larrey,
Es verdad que de vez en cuando mirar al pasado te genera un aura de nostalgia difícil de evitar. A veces, te pueden más las ganas de volar de nuevo con tus recuerdos, a otros momentos de tu vida, que la necesidad de seguir viviendo el presente y esperar pacientemente el futuro.
Pero desgraciadamente ó afortunadamente cada momento tiene su lado negativo, pero sin duda también el positivo. Te voy a contar mi experiencia particular, probablemente sin mucho interés a nivel sociológico, pero que quizás te pueda ayudar a pasar esos pequeños ratos sin tantos lamentos de “lo que fui y ahora he dejado de ser”, y pensar que de todo “aquello” , de todas esas vivencias, nació y marcó “al hombre” que ahora escribe con este sentimiento:
...Nací en un pueblo pequeño, en dónde estudiar suponía la separación física de tu familia, de tus raíces, de todo aquello que más podías querer, pero pesaba más mi afán de superación, de conseguir una carrera universitaria, que no percibía todo lo que se podía llegar a sufrir por padecer la “enfermedad de la soledad estando rodeada de gente”.
Mi impaciente espera tuvo su recompensa un lluvioso veinte de septiembre (el año es lo de menos), iniciaba el curso, y tenía que coger un tren a las nueve de la mañana. Un internado en una urbe más que considerable en tamaño y población me esperaba. Aún recuerdo el sutil lamentar de mi madre, y las lágrimas de mi padre (que pocas veces lo había visto llorar)...Fui despidiéndome uno a uno de mis hermanos, de mi abuelo, de mi habitación (compartida), del patio de mi casa (y no es una canción)...en definitiva de mi querido pueblo. Iba pletórica, pensando que cuando regresara sería una chica nueva, estudiada, moderna...con novio ...en fin todo lo que podía desear una chica de trece años con muchas ganas de volar en solitario...¡¡y tanto que en solitario.......!!.
Los primeros días con sus respectivas noches, los pasé lamentándome e ideando estrategias para volver a casa....había llegado a la conclusión de que ¡¡ya no quería seguir estudiando!!, no me gustaba mi nueva vida...y menos sabiendo que mis amigas lo pasaban fenomenal sin tanto esfuerzo. Intenté, sin resultado alguno, convencer a mis progenitores de la necesidad de tomar otro camino: “Seguir en el pueblo...”, porque , éste se quedaría sin jóvenes si no volvía...., ¿qué sería de mis hermanos pequeños si no los vigilaba?..., ¿quién acompañaría al abuelo en sus paseos si yo no estaba...?....Nada de lo que les propuse tuvo la suficiente fuerza...
A medida que pasaba el tiempo, más valoraba a mi familia. Los regresos eran apoteósicos...pero seguía siendo la misma, y sin novio todavía.!!.. (no tenía prisa, ni tiempo ...je,je)
Llegó el momento de ir a la Universidad... a Madrid...¡no veas cómo me impresionaron, sus calles, sus gentes, su vida...! (y eso que ya había pasado unos años en Francia, pero siempre en ciudades más pequeñas). En las aulas conocí a la persona que ahora comparte mi vida, el padre de mi hija, mi alma gemela....Y echando una vista atrás os veo en el parque, cantando, bebiendo.... y siento satisfacción al pensar que aquellos días fueron algo más que simples “quedadas”, aquellos días os han marcado y mucho. Él todavía recuerda su barrio al igual que tú, y también piensa que ya no es lo que era. Él también recuerda a la mayor parte de compañeros de “fatigas” y se sorprende al saber que ¡ya tienen niños!...y por encima de todo piensa que fue muy feliz compartiendo esos maravillosos ratos con todos vosotros (y vosotras..je,je!!). Ojalá nunca lo olvidéis, habéis tenido la oportunidad y la suerte de disfrutar de vuestro barrio, de vuestros amigos, de vuestra familia...y es ahora cuando, estando en proceso de “maduración” os dais cuenta de todo lo que habéis vivido, y sentís cierta añoranza, pero el presente es estupendo y el futuro puede ser inmejorable...
Yo por mi parte, he ido idolatrando “todo” a medida que me hacía mayor, tuve épocas de soñar que se acercaba el día de regresar a mi pueblo con la “misión cumplida”...pero nunca llegó ese día....Mis pequeñas metas han sido paulatinamente alcanzadas..., pero con cierta tristeza me he dado cuenta que también me he “perdido” mucho, pero que mucho por intentar lograrlas...Seguramente todo el sacrificio mereció la pena, y por descontando que así lo pienso, pero mis recuerdos son en parte fantasía de lo “pudo ser y no fue”, y otros empiezan directamente en Madrid......30 de Junio de 1995....
Un abrazo
Sabi
jo...
ordenaste el trastero porque el día anterior escuchaste una voz que decía “hay que ordenar el trastero”.... tu cerebro reconoció la expresión y cambió el tiempo verbal al imperativo.
Visité la exposión del AVA sobre la historia del barrio, compré un dvd sobre la misma, en cuanto pueda te lo divulgo, está muy interesante, vi la foto del helicóptero del blas.
sí, divulga. Eso me desconsuela, porque pensaba que iban a colgarlo en la red. Y gilipollas de mi pensaba ir hoy, y ya han terminado las fiestas. Grábame el dvd.
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