10 de abril de 2007

LAS ONG


Cuando te atracan, te ponen una pistola en la sien y te piden el dinero, se lo das, y además del susto y la pérdida monetaria, apenas hay más que contar. En cambio cuando apelan a tu buena voluntad y te dejas engañar pensando que estás ayudando, no hay susto y el dinero es el mismo, pero la sensación de frustración es mayor. El mal sabor de boca dura más y te hace receloso. Yo lo soy por naturaleza si hay dinero de por medio, creo que si tres personas reparten una o dos saldrán perjudicadas. Por eso jamás he creído en las bondades de las ONG, además de por su sospechosa relación con la Iglesia.

Con la investigación a INTERVIDA, que ha demostrado el doble apadrinamiento a niños y el desvío de fondos para inversiones privadas, se ha destapado la caja de pandora. Fundación Lealtad, que es algo así como la policía moral de las ONG (¿y quien la vigila a ella?, tiempo al tiempo) ha realizado un estudio en el cual solo 49 de las 119 ONG analizadas cumplen los requisito ni de buena gestión (razonable si no hay profesionalidad) ni de transparencia (razonable al haber seres humanos). Mis amigos dicen que es comodidad, una especie de fachada para justificar mi falta de iniciativa. No voy a discutir algo que puede resultar evidente, pero el caso es que soy incapaz de creerme la bondad de ninguna ONG. No puedo. Entre otras cosas porque las considero parte del sistema, y como tal su misión es poner tiritas que le permitan seguir funcionando. De este recelo que guardo hacia ellas se ha salvado siempre Greenpeace, más por creer en su lucha contra un sistema que no me gusta que por creerme al cien por cien sus bondades y las de quienes la dirigen.

En medio de todo esto se quedan millones (sí, millones) de personas que de muy buena fe participan, colaboran y se desvelan. Ellos, en muchos casos, admiten que el fraude existe, pero les compensa saber que aun pudiendo haber llegado diez al menos llegó uno que, de no haber sido así, jamás hubiera llegado. Es un argumento irrefutable, no lo niego, pero no me basta, no me sirve, hay algo en mi interior que cruje cuando pienso en una ONG. Digamos que hasta ahora creía lo que pasaba, ahora al parecer lo sabía. Y aun así no deja de ser doloroso comprobar como el ser humano manipula de tal forma como para conseguir que la generosidad ante el dolor ajeno sea un negocio de lo más lucrativo. No solo hay quienes hacen de la violencia y la pobreza su forma de vida, sino que de la respuesta natural del ser humano ante el sufrimiento de un semejante tabién se hace negocio, y mucho. Y eso, da asco.

2 comentarios:

Caminante dijo...

Primero la corrección:
(...) tabién se hace negocio, y mucho. Y eso, da asco.

Y después, que, como dicen tus amigos, mucha gente utiliza la inmoralidad natural del ser humano para no solidarizarse con el dolor ajeno, y así no poner "tiritas" en lugares donde hasta las tiritas son de agradecer.
Mismamente yo misma, para qué ir más lejos. Hasta hace pocos años era la incrédula tipo ¿ayudar? ¡para qué! ¿para que se lo lleven unos mangantes? ¡estaría bueno!
y eso, me salvó mientras mis posesiones materiales estaban hipotecadas, pero, ay, cuando superé -por el transcurso natural de los años- el bache económico ¡me quedé sin excusa! al menos, ya no me valió.
Y aunque piense que haya manguarrianes en todas partes, quiero creer que serán los menos y si quito algún pequeño pesar ¡qué bien! Eso sí, antes de hacer aportaciones económicas estudié el asunto de su transparencia, y elegí las que me parecieron más oportunas, dentro de que garantías al cien por cien, es imposible ¡no somos perfectos!
Besos, besos y más besos. PAQUITA

Elena dijo...

yo tenía una inquietud de colaborar y MSF me gustó mucho, por su labor (sin desmerecer a nadie), implicación y cuentas claras...me llegan anualmente cuentas, auditorías, balances, donde se han invertido los "dineros" y demás...claro está que he de creerles y espero que no me defrauden, pero estoy contenta con colaborar con Médicos Sin Fronteras.