Ayer estuvimos en Teulada, un pequeñito pueblo de la costa alicantina. No nos interesaban ni sus cuestas, ni la cercanía del mar. Nos interesaba la V Cursa popular. Que para los que no sepan valenciano (o catalán, a mí me da lo mismo) es una carrera. Participaban nuestros sobrinos de 6 y 4 años y era la primera vez que inscribíamos a Ru en una. Al final nuestro hijo se asustó del ruido, del vamos, preparados, salid corriendo. Pero nos emocionó la entrada, entre el mar de cámaras en ristre y papás lacrimosos, llegaban ellos, los pequeños héroes, algunos con una profesinalidad que asusta. Se te iban las manos al aplauso entusiasmado y la lágrima brotaba sin vergüenza alguna. No sé que es lo que hay, es una especie de emoción antigua, latente, al ver un ser humano cruzar una meta aplaudido, ver como se supera a zancada limpia. Quizá sea una metáfora del género humano, lo que nos ha hecho dinamitar nuestras propias limitaciones y avanzar (no siempre en la dirección más apropiada, pero avazar al fin y al cabo). Eso me hace reflexionar sobre algo que nos dijo un psicólogo hace algún tiempo: no estamos acostumbrados a que nos aplaudan. Hace unos días recibí una salva espontánea de aplausos en una reunión del trabajo y resultó incómoda, no sabría tampoco deciros por qué. No sabía donde mirar, qué hacer con las manos y más que sonrisa me salió una ridícula mueca de miedo. Me gustó, pero no supe demostrarlo. Por eso pienso aplaudirlos, sin parar, que sepan que los queremos, que sabemos que se esfuerzan, que lo intentan todo porque nuestras manos disparen ese gesto tan simple y tan gratificante. Sí, nos da igual que ella quedara segunda y él penúltimo (casi el primero de los últimos y sin caerme !), sois nuestros campeones, y os queremos, más que a nada en este mundo.
29 de abril de 2007
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3 comentarios:
En esas carreras populares, donde la competitividad sólo es patrimonio de unos pocos, se demuestra la camaradería, la cooperación, la solidaridad, el diálogo y el buen rollo entre los seres humanos. Y se hacen amigos para toda la vida. Enhorabuena por iniciarlos en tan hermosa práctica deportiva, pero sobre todo social y cultural.
Un abrazo
Cómo me ha gustado este relato Larrey y, sobre todo, qué razón tienes: no estamos acostumbrados a que nos aplaudan y de verdad que no se sabe bien cómo administrar esos aplausos.
Y la frase del enano, qué dulzura, genial: ¡casi el primero de los últimos y sin caerme!
Las carreras populares y el "basket", mis dos pasiones deportivas. No dejes de pasarte por mi blog, que el "video de hoy" va de esto último, de canastas IM-PRE-SIO-NAN-TES. Dedicadas para ti. La tuya y la de tu cuñado son muy buenas, pero éstas...
Un abrazo "de tres puntos"
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