Siempre he pensado que una de las cosas más horribles que le puede pasar al ser humano es vivir una guerra. He leído mucho sobre el drama de la Guerra Civil, que no solo partió un pueblo en dos, sino que rompió muchas almas con su filo cruel. Pero también he leído infinidad de historias, de anécdotas, de como hasta el dolor más profundo puede acabar, con el tiempo, pasando a ser algo rutinario. Lo hemos dicho, por ejemplo, con los médicos, que nos tienen abiertos en canal, salvándonos la vida, y son capaces de hablar con el anestesista sobre la propiedad de la hipotética vuelta de Raúl a la selección (el anestesista siempre es contrario a esta, me consta). Algo así es lo que pensé al ver esta foto ayer en la portada de El País. Dos soldados, uno de pie y otro arrodillado, en posición de disparar, se parapetaban tras un muro. Es el Líbano, pero bien pudiera ser cualquier otro lugar del mundo, porque si hay algo universal a estas alturas (y rentable) es la guerra. Pero si os fijáis, es soldado que permanece en pie, lleva el arma en la mano derecha y en la izquierda un humeante cigarro. Su pose es casi femenina, y denota una misteriosa rutina. Probablemente se vayan a turnar en los disparos y cuando sea su turno, pondrá el cigarro en la boca y solo lo llevará de nuevo a la mano izquierda para poder bromear con su compañero: creo que le he dado en toda la geta. Me cuesta imaginar que clase de fuerzas ocultas me podrían llegar a obligar a verme en esa situación, pero estoy seguro que estaría muerto de miedo y que carecería de la coordinación necesaria para realizar esas dos acciones, para ellos tan rutinarias, la de matar y la de fumar. Mi tío, que es un conductor con miles de horas al volante, me contaba su primer viaje, y me decía que necesitó en aquellos doscientos kilómetros que le copiloto le fuera cambiando la música e incluso le fuera encendiendo los cigarros. Ahora, evidentemente, a parte de que ya no fuma, no necesita que nadie le ayude en esas tareas simples y rutinarias. Puede que al de la foto le pasara lo mismo, y en su primera trinchera tuviera que decirle a otro soldado, toma, tronco, enciéndeme el cigarro que con el cetme no puedo. Ahora, ahora está claro de que es capaz de matar y fumar al mismo tiempo.
5 de junio de 2007
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