JURGOL

¿Y si hoy hablara de fútbol?. Tengo a mi derecha un ejemplar del Marca. Mi padre, hace unos veintitantos años (¡ la Real ganaba la liga y hoy está en segunda !) guardó el periódico (en su caso el AS, cada uno tiene sus preferencias) de la última jornada de liga. El año siguiente lo volvió a hacer y casi treinta años después esa colección y la costumbre la mantengo yo. Soy un futbolero atípico (y coñazo, según mis amigos). Soy madridista, y no de pro, sino de casualidad (o porque de alguno hay que ser) y lo soy a medias. No estoy con el equipo cuando pierde y solo cuando gana mostrando la superioridad que se le presupone me siento orgulloso de la camiseta (uy, me duele solo de verlo escrito). Soy en el campo (al que voy invitado- Gracias Dani por esas tardes de menudo tostón-) lo que a las Ventas es el Tendido Siete. Protesto, no me gustan el 80% de los jugadores, casi ningún entrenador, menos los presidentes y se salva el preparador físico (Santi) porque es amiguete y buena gente. Le presto atención relativa a tres cuartos de la liga, veo algún partido como acto social, porque el fútbol es el cemento de muchas amistades. Pero luego, si el Madrid se juega algo, voy pasando a ser un seguidor más, poquito a poco, hasta que a falta de diez minutos para terminar la liga, justo cuando Diarra cabeceó a las manos del portero, éste la paró y el culo de un compañero la metió dentro, me vi abrazado a un desconocido en un bar gritando gol, ha sido gol. Duró un minuto. Sí, solo un minuto, pero durante ese tiempo fui el descebrado que (a punto, eh, a punto) a punto estuvo de secundar el celebrado Etoó cabrón, saluda al campeón.

El fútbol es así, y nunca mejor dicho. No voy a negar que durante quince minutos fui eufóricamente feliz. Después volví a casa y las cosas importantes, que me esperaban durmiendo, plácidamente, volvieron a ocupar su lugar, y me di cuenta, una vez más, de que el fútbol, en realidad, me importa bien poco.