1 de junio de 2007

MICROS


Se detiene el metro. Las puertas abren y sus miradas se cruzan. Uno trajeado en su asiento. El otro barbudo y sucio, tumbado y adormilado en el suelo del andén. Se reconocen. El mendigo al instante. El hombre trajeado vágamente. Cuando se cierran las puertas podría haber terminado de hacerlo, pero le falta valor y vuelve a la sección salmón del periódico, pensando, simplemente, que no puede ser.

1 comentario:

Caminante dijo...

Es muy fácil pasar a la condición de vagabundo ... una mala racha ... un empujoncito, y yá.
PAQUITA