16 de noviembre de 2007

HIJOS, PEQUEÑOS GENIOS.

Ayer estaba jugando al tenis con mi hijo de tres años...sí, al tenis. Jugamos con una raqueta infantil y con un globo. Y me sorprende su capacidad de superación y sus ganas de darle al globo con la raqueta. Por su puesto carece de autocrítica, ni falta que le hace, y cuando no le da es porque su padre ha tirado mal el globo (¡ bendita inocencia !). El caso es que yo me esfuerzo por encontrar el equilibrio justo entre el estímulo positivo y el reproche necesario. No puede hacerlo siempre bien, pero intento que lo que vea en su padre es entusiasmo por sus logros. Así he estructurado mi universo como educador, refuerzo positivo. Quízá peque demasiado de entusiasta con sus pequeños logros, pero jamás me perdonaría ser responsable de su frustración, y sé bien de lo que hablo. Y me esfuerzo por no caer en el baberismo paternal, ni en el mi hijo siempre es el mejor, porque creo que tampoco es sano y productivo. Dosifico sus frustraciones y le hago perder (me sorprende lo competitivo que es sin haberlo alimentado en casa, o eso creemos...) porque en la vida no siempre se gana, y en el deporte menos, donde es muy sano perder. El caso es que reflexionando sobre esto, sobre la raqueta y el globo, imaginando que esa escena se viera asépticamente por un tercero, ¿no podría pensar que intento explotar a mi hijo?. A esa edad y ya intentando que le de al globo por delante y de revés. Y no era mi intención, ni mucho menos. Pero ¿qué hago?, él quiere jugar con el globo y la raqueta (porque le divierte) y no es capaz de darle cuando viene cruzada. Pues se lo explico y cuando lo intenta, aunque no le da, gritamos de alegría por el logro.
El caso es que me da mucho miedo tiranizar la infancia de mi hijo, sobre todo en el tema del deporte, donde uno ya viene más que escaldado. Pero claro, puede darse el lado contrario, y es que él realmente se interese por un deporte y quiera intentar vivir de él. Entonces tendré que asumir y estimular el esfuerzo máximo y la tiranía, porque salvo el fútbol, en cualquier deporte profesional se requieren unas horas de entrenamiento inhumanas (es un decir).
Es lo que me da miedo. Y en el deporte como con la educación. En la última reunión que tuvimos en la escuela una educadora nos intentaba explicar que debíamos estimular a nuestro hijo en la creación de un compromiso diario, una tarea, divertida, pero que en el fondo son deberes. Y yo, claro, no acababa entenderlo: si le siento a pintar y nos lo pasamos genial ¿qué estímulo recibe con respecto a las tareas del cole?, ¿tengo que decirle que estamos haciendo deberes?, ¿tengo que hacerle que se ponga con algo tedioso para que vaya aprendiendo a comprometerse?. No, no puedo. Intentaré evitar que tenga que hacer deberes hasta que el ritmo del colegio le obligue. Y por lo que me cuentan por ahí, va a ser no tardando mucho. Tengo una compañera que con seis o siete años dice tener a sus hijos horas cada tarde con las tareas. Piano, violín, natación, otros deportes, ¿no son bantantes tareas extraescolares?, y ¿cuando juegan, eh, cuando juegan por jugar?. Hablo con gente que con esa edad, ocho o diez años, lleva a los niños a un colegio donde si sacan todo sobresaliente el premio es irse un trimestre a estudiar a Irlanda. Que no digo yo que no esté bien, pero ¿no estamos sometiendo a demasiada presión a nuestros pequeños?, ¿no habrá en su apatía adolescente una respuesta a nuestro exceso de exigencia infantil?. Me da que pensar, y miedo también, la verdad, pero supongo que en eso consiste ser padre.

1 comentario:

Arroba dijo...

los padres siempre pensamos que lo hemos hecho mal. Siempre tenemos miedo.
Supongo que la cosa cambiaría si en lugar de empeñarnos en educar, nos limitasemos a darles ejemplo de lo que consideremos importante en para su vida.
Jugar a sus juegos inventados
ir a los lugares que te lleven
inventar junto a ellos
aprender de sus deberes
en fin...mucha teoría es lo que tengo, que ni siquiera he puesto en practica.