5 de marzo de 2007

EL ANUNCIO


Hay un nuevo anuncio de coches que me ha hecho pensar (y escribir). En él, muy al estilo cinematográfico actual, se van intercalando imágenes de dos historias paralelas, de dos vehículos, uno en el entorno urbano y otro en el campo, pues se trata de un todoterreno. Todo esto aderezado con la música y comentarios estandar del mercado del automóvil. Lo que me hizo pensar fue el final. Las últimas escenas muestran la parte inferior de ambos vehículos y sus ocupantes bajando de ellos. Solo se les ven los pies. Del vehículo protagonista de la parte urbana descienden unos femeninos pies de mujer (lo de femenino es intencionado, no redundante) y de los bajos embarrados descienden unos masculinos zapatos de hombre. Vamos a ver, publicista, ¿qué has ganado con eso?. No hablo ya de sexismo latente (creo que en la publicidad para adultos debería haber libertad, que nosotros sabremos discernir) sino de la practicidad de tu apuesta. Es como los chistes. Siguen una línea argumental para romperla en el momento final, que es lo que provoca la risa. Aquí no has hecho más que seguir una misma línea argumental de principio a fin, porque todos, sabiendo que se trata de un anuncio de coches, esperan precisamente lo que ocurre. ¿No hubiera resultado más memorizable (¿no es esa la intención de un anuncio?) que del coche embarrado descendieran unos tacones de mujer?.

Es imposile que no haya sexismo (no hablo ya de machismo) en la publicidad. Es imposible no caer en los tópicos porque está el medio encorsetado en el tiempo y en los resultados. Pero cuando se muestran dos historias ¿qué cuesta hacerlas paritarias o valientes?. Si en un anuncio ha de salir una persona planchando, pues si sale una mujer no es sexismo, es simplemente comodidad o elección. Pero si salen en la historia dos personas planchando ¿por qué no un hombre y una mujer?. No llevo esta lucha por la paridad hasta el absurdo, pero sí que creo que, como en otras muchas cosas, la verdad está en los detalles, y los detalles hay que educarlos. Es como la historia de los semáforos, puede que sea absurdo plantearse que haya que poner en algunos una mujer para indicar el paso, pero ¿por qué no alternarlos en el mismo espacio?. Mi querida Inma me dice que no hace falta, que ella si quiere puede imaginar que el monigote de toda la vida no es más que una mujer con poco pecho, pantalones y mucha prisa. Pues eso, que la vida está hecha de pequeños detalles.

1 comentario:

Dudu dijo...

Además de sexista es estúpido. Estoy de acuerdo en que lo normal es llevar una línea argumental para sorprender con un final inesperado y sorprender al lector (en este caso usuario de la caja tonta)