12 de marzo de 2007

11M (II)


Pasan los años (ya van tres) y me sigue ocurriendo lo mismo. Llega esta fecha y no puedo evitar llorar. Veo las imágenes y los recuerdos de los afectados y sus familias, leo artículos, recupero de mi biblioteca ejemplares y recortes. Y lloro. El año del atentado fue un año especial para mi. Al final del mismo fue padre, por lo que cuando tuvo lugar el horror del 11m tenía la sensibilidad desbordada, me decía para justificar la semana entera que estuve sin parar de llorar. Esperé un año, al primer aniversario, con la ilusión de que los doce meses me ayudaran a exorcizar mi pena. Me preparé a conciencia, con lágrima batiente, y durante unos días leí, vi y escuché todo lo que tuviera que ver con los atentados. Quería vacunarme contra la pena inyectando cápsulas de recuerdo del dolor. Pero no lo he conseguido. Ayer volví a llorar, volví a sentir la misma pena pesada que oprime los pulmones y convirte cada respiración en un suspiro. Son una tortura todas las imágenes sobre el tema, pero busco en ellas lo mismo todos los años: aislar la pena. Ayer me impactó la madre de una de las mujeres muertas en el atentado, inmigrante, que sintetizaba su dolor con una frase lapidaria: me siento culpable por haberla traído a la muerte. Hay tanta verdad llana, de pie de calle, tanto dolor profundo y sincero, que nuestros políticos al lado de semjantes evidencias no son más que una patraña de fantoches mal educados (una vez más unos más que otros). Después vi las imágenes del monumento y todo lo que ocurrió en su inauguración. Vi como ciudadanos de a pie discutían a voz en grito porque, sí, señores, algunos de los que no acudimos a las manifestación, ni guardamos una bandera española en el armario (porque es de todos, y no necesito enseñarla para que lo sepan), estamos hartos, hastiados de callar y de esperar que se serene el mar de la crispación. Algunos encontramos en blogs como este lugares para resarcirse, pero otros estallan sin más y lo hacen en el momento más inoportuno.

Rajoy, mentes preclaras del PP, diseñadores de eternas precampañas de odio, esto es lo que están consiguiendo. ¿Qué les voy a contar yo que no sepan?, ahora se relamen los labios, ahora se frotan las manos, ahora pedirán calma a la ciudadanía. Ellos han logrado lo que querían. Dividir a la nación por su línea media, la del ciudadano, la que siempre paga los platos rotos. Pero algunos no olvidadmos los paralelismo entre esto y lo ocurrido a mediados de los años treinta, cuando grupos de ultraderecha bien orquestados comenzaron una campaña similar para poder justificar un ya decidido ataque militar a la democracia más evolucionada de Europa.

Pediría a los ciudadanos que mantuvieran la calma, que esperaran a las urnas, que los indecisos se decidieran entonces a votar (aunque nos cueste) y mientras tanto no salir a la calle a gritarnos nuestro cansancio y nuestro enfado. Pero ¿quien soy yo para pedir calma a quien ya esta harto de esperar?.
Rajoy, como ciudadano libre que soy, te culpo de todo esto. Te culparé toda la vida y espero que la historia te ponga en el sitio que te mereces, a ti y a los que están alimentando el odio por el maldito sueño de un váter en al Moncloa.

1 comentario:

Caminante dijo...

Amén.PAQUITA
Tenía que existir el infierno para que realmente penaran sus maldades.