YEMEN

¿Qué narices se les ha perdido allí?. Es lo que muchos se preguntan, una vez asumida la sinrazón del terrorismo, nos queda preguntarnos porque alguien se va a un país lejano y peligroso en lugar de quedarse en Torrevieja. Vivir, eso es lo que hace. Y no creo que sea el mismo caso del que, como dice mi suegro, sube la cara más dura del Everest en la época de más frío y en bañador. No, para un turista en Yemen ir escoltado por soldados no debe de ser uno más de los alicientes. Es lo mismo que con el tema de la política en el País Vasco, si todos los políticos demócratas y amenazados abandonaran la política ellos habrían ganado la batalla. Y es fácil decirlo cuando el que se la juega no es uno mismo. Pero es una verdad milimétrica. Y lo mismo ocurre con el terrorismo en estos países, si los turistas del mundo occidental dejáramos de visitarlos sería la victoria de los violentos. Pero conmigo que no cuenten, no de momento, no ahora. Creo que me he vuelto miedoso con los años y le voy a dar la victoria a los del turbante dinamitero. Evitaré viajar a aquellos países donde el riesgo de atentando sea patente, donde por ser un turista extranjero puedan enfocarme con una mira telescópica o puedan dinamitarme con saña, no quiero volver con una bandera española sobre mi pecho inerte. Para mí viajar es conocer gente y lugares, no sentirme protegido porque hay un tipo al que no conozco de nada, que no sé si está en sus cabales y que me escolta con un ak47. Y me parece muy bien que la gente lo siga haciendo, pero como decía un hombre en mi pueblo, el miedo es libre y el mío me atenazaría al ver tanta seguridad (¿?) a mi lado por ser turista. Es verdad que la mayoría de las personas cuentan estas cosas como una anécdota, con risas, pero hay siete que esta vez no van a poder contarlo, y son esos siete los que alimentan mis miedos.