Algunas mañanas (menos de las que quiero e infinidad menos de las que debiera) salgo a correr antes de trabajar, en un parque cercano a la oficina. Es un parque pequeño pero muy coqueto y bastante bien cuidado. Me cruzo con poca gente, es demasiado pronto, pero sobre todo me cruzo con un ejército no poco numeroso de jardineros. En verano suelo correr con el fresquito de los aspersores, que jalonan el camino. Normalmente es el aire el que desvía ligeramente su trayectoria y hace el cruce agradable, sobre todo para mí, que podré ducharme y cambiarme de ropa. El caso es que hoy uno de ellos se cruzaba en mi camino de froma directa, en lugar de apuntar hacia el cesped lo hacía hacia la calzada. He estado tentado de cambiarlo, pero he visto que un jardinero se acercaba en un pequeño tractor y he pensado quien soy yo para hacer su trabajo y, además, ¿quien me dice que lo iba a hacer bien?. No le he dicho nada porque era evidente, el chorro estaba encharcando la calle. Mientras seguía corriendo miraba para atrás, por simple curiosidad, y he visto como el tractor desviaba su camino y se acercaba al aspersor. He sonreído, ya está, lo arregla y nadie más se mojará. Pero seguía corriendo y tras de mi el ruido continuo del tractor. El jardinero, contra mi esperanza y mi lógica, no se desviaba para arreglar el aspersor, sino para pasar tras él y no mojarse. Ha seguido, tan tranquilo, cruzando el cesped para no mojarse y vuelta a la calzada. El agua seguía cayendo en la acera. Me he sentido frustrado e indignado. Sé que es una nimiedad frente a otras grandes catástrofes, pero es que me encuentro con este tipo de trabajadores a diario. No digo que la forma que tengo yo de verlo sea la buena, sobre todo porque nos pagan por hacer nuestro trabajo, no por hacer el de los demás, pero tengo cierto sentido colectivo del desempeño y si puedo solucionar un pequeño problema que no es de mi competencia lo hago. A ese jardinero, que problablemente era el responsable de rastrillos, de cortado, o estaba en el otro sector, espero que no le tocara esa tarea, pero seguro que tenía el tiempo y los conocimientos para haberlo solucionado con garantías. ¿Quince segundos?, era todo el tiempo que le pedía de su trabajo. Es la relatividad del tiempo laboral. Esta actitud frente al trabajo tiene su versión más radicalizada en el vuelva usted mañana o la otra ventanilla del maravilloso mundo del funcionariado. Pero que nadie se piense que en la empresa privada eso no ocurre, ocurre y con mucha frecuencia. Lo que no sé es si esto responde a lo que mis amigos del Combolinga cantaban y estamos ante un caso típical espein. Es una cuestión que lanzo a aquellos que hayan trabajado fuera de España.
16 de julio de 2007
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1 comentario:
En mi empresa el jardinero habría puesto una notificación en el sistema de calidad. Se habría estudiado y encomendado a otro tipo que montara un proyecto para solucionar el problema. Una vez aprobado el proyecto se pasaría a Informática y a Calidad para que lo implantara en el sistema informático y en los procedimientos de trabajo. Total con suerte, después de varios meses se colocaría en su sitio
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