La oposición ha lanzado, en labios de su máximo representante, una propuesta para que, en síntesis, la fuerza política más votada en las elecciones, independientemente de matiz alguno, sea aquella que tenga el poder. Es un globo sonda o Rajoy está más fuera de onda de lo que muchos imaginábamos. Lo digo porque no ha valorado ni diez segundos esta idea, ya que, sin entrar a matizar lo que supondrían de desprecio para el conjunto de las minorías que son, en esencia, una mayoría más en este país, se encontraría con un problema en el caso de que la fuerza más votada lograra un porcentaje realmente bajo. ¿Cómo sacaría sus leyes y sus decisiones si estas han de ser sometidas a votación?¿se le daría entonces, para evitar el vacío de poder, poder absoluto con lo que al final se lograría lo que tanto buscan evitar: la dictadura de las minorías?.
Y aun así me he congratulado de la idea, de lo que representa, de lo que supone. Después de años malmetiendo, azuzando sin sentido, buscando allá y acá dónde meter el dedo en la herida, a la oposición le ha dado por presentar propuestas. Me da igual si están dentro de la lógica pre-electoralista, al Cesar lo que es del Cesar. Es su trabajo y lo echábamos de menos. Y el gobierno ha perdido la oportunidad de demostrar su diferencia y su clase. Han criticado sin demasiado estilo una propuesta, que ya digo, me parece desafortunada pero que no lo es tanto para otras personas con las que he hablado y que son, como tú y como yo, ciudadanos con capacidad de decisión y raciocionio. Y lo ha hecho con argumentos que pertenecen más bien al rancio discurso de la derecha: es que es una ley desde el año tal. Pero vamos a ver, que manía con arrastrar la transición como si fuera un abuelo chocho y gruñón al que nadie se atreve a cuestionar. Las leyes se cambian porque los tiempos y las personas cambian. Pensaba que el miedo a los cambios era un vértigo de la derecha, pero al final el mal de las alturas afeta a babor y a estribor en la misma medida. Hay formas de criticar una propuesta y la del gobierno debería ser exigir a quien la propone los mecanismos necesarios para que el Congreso, que en el fondo (y solo en el fondo) somos todos, apruebe o desapruebe. Que el gobierno tache las iniciativas sin permitir que las valoren los ciudadanos mediante el voto de aquellos que sentaron en el Congreso desde la urnas, es un trabajo de la oposición. Gobiernen, que para eso les votamos.
Y eso que a mí las minorías en este país no me gusta demasiado. No me gustan porque son en esencia nacionalistas, localistas, partidistas (como todos, claro). Pero son lo que son y representan a los ciudadanos. Ciudadanos que tienen derechos porque cumplen con sus obligaciones y negarles la posibilidad de que exista una idea que les represente de forma activa es despreciar sus derechos. Es como si las decisiones de mi empresa las tomáramos por departamentos y decidieramos, por ejemplo, que el de mantenimiento, como es solo uno, el pobre, pues que no vote, que ya decidiremos por él. Es pura demagogia decir que quien decide es la minoría cuando se necesitan de sus votos para gobernar. ¿A qué tanto miedo a la obligación de dialogar y pactar?. Esto no es un partido de futbol o una carrera ciclista. A lo mejor la clave estaría en no pensar en ganadores y perdedores. Pacten, dialoguen, consensen. No olvidemos que una minoría en el congreso no tiene ni más ni menos porción de poder que la que los ciudadanos hemos decidido: votos a cambio de capacidad de decisión. Cada voto en el congreso tiene el mismo valor, un porcentaje exacto de decisión, ¿vamos a negarle ese derecho?¿ en base a qué?. Es un disparate, pero una idea, y de eso, en la oposición, no hay mucho, así que celebremos el hallazgo.
Y aun así me he congratulado de la idea, de lo que representa, de lo que supone. Después de años malmetiendo, azuzando sin sentido, buscando allá y acá dónde meter el dedo en la herida, a la oposición le ha dado por presentar propuestas. Me da igual si están dentro de la lógica pre-electoralista, al Cesar lo que es del Cesar. Es su trabajo y lo echábamos de menos. Y el gobierno ha perdido la oportunidad de demostrar su diferencia y su clase. Han criticado sin demasiado estilo una propuesta, que ya digo, me parece desafortunada pero que no lo es tanto para otras personas con las que he hablado y que son, como tú y como yo, ciudadanos con capacidad de decisión y raciocionio. Y lo ha hecho con argumentos que pertenecen más bien al rancio discurso de la derecha: es que es una ley desde el año tal. Pero vamos a ver, que manía con arrastrar la transición como si fuera un abuelo chocho y gruñón al que nadie se atreve a cuestionar. Las leyes se cambian porque los tiempos y las personas cambian. Pensaba que el miedo a los cambios era un vértigo de la derecha, pero al final el mal de las alturas afeta a babor y a estribor en la misma medida. Hay formas de criticar una propuesta y la del gobierno debería ser exigir a quien la propone los mecanismos necesarios para que el Congreso, que en el fondo (y solo en el fondo) somos todos, apruebe o desapruebe. Que el gobierno tache las iniciativas sin permitir que las valoren los ciudadanos mediante el voto de aquellos que sentaron en el Congreso desde la urnas, es un trabajo de la oposición. Gobiernen, que para eso les votamos.
Y eso que a mí las minorías en este país no me gusta demasiado. No me gustan porque son en esencia nacionalistas, localistas, partidistas (como todos, claro). Pero son lo que son y representan a los ciudadanos. Ciudadanos que tienen derechos porque cumplen con sus obligaciones y negarles la posibilidad de que exista una idea que les represente de forma activa es despreciar sus derechos. Es como si las decisiones de mi empresa las tomáramos por departamentos y decidieramos, por ejemplo, que el de mantenimiento, como es solo uno, el pobre, pues que no vote, que ya decidiremos por él. Es pura demagogia decir que quien decide es la minoría cuando se necesitan de sus votos para gobernar. ¿A qué tanto miedo a la obligación de dialogar y pactar?. Esto no es un partido de futbol o una carrera ciclista. A lo mejor la clave estaría en no pensar en ganadores y perdedores. Pacten, dialoguen, consensen. No olvidemos que una minoría en el congreso no tiene ni más ni menos porción de poder que la que los ciudadanos hemos decidido: votos a cambio de capacidad de decisión. Cada voto en el congreso tiene el mismo valor, un porcentaje exacto de decisión, ¿vamos a negarle ese derecho?¿ en base a qué?. Es un disparate, pero una idea, y de eso, en la oposición, no hay mucho, así que celebremos el hallazgo.
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