10 de julio de 2007

OBESIDAD INFANTIL


Los niños españoles de 7 a 11 años son los más obesos de Europa y comparten la primera posición en el mundo con los de Estados Unidos. Me he desayunado con esta noticia (dos porritas con su café con leche). Es terrorífico y sorprendente, ni por asomo pensaba que la infancia española compartiera costumbres alimenticias con los americanos. Pensaba que había años luz entre la grasa y la inactividad de unos y la dieta mediterránea y la vitalidad de otros. Pero al parecer tenemos un futuro preocupante en este tema. Pero la noticia no versaba sobre eso, sino sobre un proyecto que se realizó entre los años 2004 y 2006 en 20 colegios públicos. El objetivo del estudio era determinar que el ejercicio físico ayuda a regular la transformación de la grasa en músculo. ¿Cómo?, jugando. Esto que parece una obviedad en la vida que llevan los niños de hoy en día, nuestros hijos, no lo es tanto. Algún día hablaré de la aberración que para mí son los tradicionales deberes en la infancia. Hoy me centraré en eso: el juego. Creo que estamos educando (en conjunto) a nuestros hijos en la pérdida del valor del juego, el juego por el juego, no para aprender, o para lograr una meta deportiva, jugar por jugar. Con esa premisa Mairena Sánchez, coordinadora del proyecto, se planteó el desarrollo del mismo, porque a los niños lo único que les interesa es jugar. Y el estudio destaca la importancia de los juegos tradicionales, que tienen todos los ingredientes que la estumulación física y mental de un niño demanda. Jugra es vital para ellos, es una verdad como un templo que muchas veces se nos olvida. No tenemos el tiempo suficiente para ser comprensivos y queremos que crezcan demasiado rápido, y que comprendan que hay que responder a la primera, que hay que comer de todo, que dormir es necesario...
El estudio concluye que los niños más activos tienen más calidad de vida, mejoran su autoestima, tienen mejor rendimiento académico y menos limitaciones en su vida cotidiana. Por eso es importante que jueguen y por su puesto que juguemos con ellos. Venga, papis, ¡ a jugar !.

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