Sus pechos. No lo puede negar, por infantil que pudiera parecer, sus pechos son el mejor recuerdo. Habrá pasado horas acariciándolos, amasándolos en su sorprendente dureza, siempre tersos, siempre firmes, siempre dispuestos y pacientes ante el asedio de sus dedos. Incluso cuando no logra resistir la tentación y los muerde responden con un acercamiento, y ella con unos maravillosos e inolvidables gemidos. Le gusta cuando le acaricia la nuca mientras los besa, y como inconscientemente lo invita a seguir bajando, y lo hace, obediente, por entre los mismos pechos en los que se dormiría para siempre, hacía la tripa y los gemidos crecientes, y las piernas que se abren, más impacientes y quien sabe si envidiosas del reinado de los pechos. Le gusta hacer las cosas con calma, abrirle mucho las piernas y mirarla a los ojos, y al sexo, y demorar la entrada en juego de sus labios y los que rodean la cueva misteriosa y caliente donde su polla desde el primer beso hubiera deseado entrar. Empezar con lengüetazos suaves, de abajo arriba, siempre así, con la lengua ocupando todo el canal húmedo. De vez en cuando una punzada hacia dentro, la punta que busca la cueva y la encuentra y la vuelve a buscar una docena de veces. Otra vez la lengua en toda su extensión. Cuando la humedad crece entonces sí, entonces busca la pequeña montaña donde se esconden los placeres, y la golpea suave y rápido, con la misma punta que venía de explorar los misterios de la cueva. Con la barbilla juguetea con el resto del sexo y hasta un dedo, en forma de arpón, se adentra definitivamente en la cueva. Entonces los gemidos crecen, siempre crecen, y ella en una maravillosa rutina estira las piernas, como si se esperezara de placer. La lengua nunca cesa, es muy aplicada. El dedo también ha encontrado el camino adecuado y se ha asentado. Algunas veces ella le pide que la folle, otra se deja llevar y acaba sintiendo un orgasmo en su boca. Cuando esto ocurre se repite una deliciosa rutina, ella, todavía sonrojada por el placer se incorpora ligeramente amasando sus pechos, invitando a la polla a situarse entre ellos. Todo mirándolo a los ojos, con cara de derrota placentera, de anhelo, vamos, muévete. Y lo hace. No suele tardar en sentir un orgasmo y goza como ella se recrea con el semen sobre sus pechos, como usa su polla como si fuera una brocha e hiciera una obra de arte sobre sus tetas, una caliente obra de arte. Y después se dejan caer, exhaustos.
Y esto ocurre prácticamente todas las noches, en la soledad de su cama, mientras recuerda los turgentes y generosos pechos de su compañera de trabajo, toda una obra de arte para un experto onanista como él.
Y esto ocurre prácticamente todas las noches, en la soledad de su cama, mientras recuerda los turgentes y generosos pechos de su compañera de trabajo, toda una obra de arte para un experto onanista como él.
3 comentarios:
Perfecto!!! el relato y los pechos también. Me gusta la "frescura"de este
relato erótico,en su justa medida sexual y que por supuesto cumple el objetivo del erótismo..sugerir ,incitar...
Después de leerte ....apetece...más.
saludos!
creeme Dafne que es el mejor de los elogios posibles
Que bello es soñar!
Me gustan tus relatos eróticos.
Felices sueños!
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