Estos días, por motivos de trabajo, he tenido que viajar a Milán. Cuando viajo al extranjero suelo recordar algunas evidencias. Por supuesto ya superamos el "trauma" de saber que hay vida más allá de los Pirineos.
No voy a hablar tampoco de los placeres de la soledad o de si viajas en pareja y eres padre lo recomendable que resulta para la salud sexual de los interfectos. Incluso, si tienes suerte, para las ojeras.
Hablo, por ejemplo, cuando viajas por trabajo, que te das cuenta de que, pese a todo, pese a la distancia, no hay tantas diferencias entre unos y otros. Todo el mundo tiene sus rutinas y es fácil que te incluyan en ellas porque el mundo de verdad está lleno de buenas personas. La desgracia para la humanidad es que las malas suelen tener más medios y más perseverancia. Me doy cuenta de que la ciudad que tanto odio tiene una vida tremenda que es difícil encontrar más allá del Manzanares. Que Madrid es una ciudad sucia, sí (culpa de sus ciudadanos) pero muy luminosa (no sé si energéticamente esto es bueno o malo) y es raro encontrar calles como las de Milán, donde para verte la cara tienes que ponerte bajo la caramelosa luz de una farola. Me doy cuenta de que el idioma, y que tomen nota tanto catalanista y a la inversa, cuando dos personas buscan entenderse, no es problema alguno y que hay gestos universales que están por encima de los convencionalismos lingüisticos. Que todas las ciudades, todos los pueblos, todos los rincones tienen algo que enseñarte, que solo tienes que ir con ganas de encontrártelo o que alguien te lo enseñe.
Cuando vas de trabajo, además, te vuelves siempre con la sensación de que tienes que regresar, pero con más tiempo. Milán, donde yo he estado, es una ciudad poco turística a nivel global, pese a la espectacularidad del Duomo, pero tiene encanto, es consmopolita y debe esconder rincones en los que perderse fuera de las rutas tradicionales. Y si tu tarjeta de crédito va con energías, puedes ser tremendamente feliz.
No voy a hablar tampoco de los placeres de la soledad o de si viajas en pareja y eres padre lo recomendable que resulta para la salud sexual de los interfectos. Incluso, si tienes suerte, para las ojeras.
Hablo, por ejemplo, cuando viajas por trabajo, que te das cuenta de que, pese a todo, pese a la distancia, no hay tantas diferencias entre unos y otros. Todo el mundo tiene sus rutinas y es fácil que te incluyan en ellas porque el mundo de verdad está lleno de buenas personas. La desgracia para la humanidad es que las malas suelen tener más medios y más perseverancia. Me doy cuenta de que la ciudad que tanto odio tiene una vida tremenda que es difícil encontrar más allá del Manzanares. Que Madrid es una ciudad sucia, sí (culpa de sus ciudadanos) pero muy luminosa (no sé si energéticamente esto es bueno o malo) y es raro encontrar calles como las de Milán, donde para verte la cara tienes que ponerte bajo la caramelosa luz de una farola. Me doy cuenta de que el idioma, y que tomen nota tanto catalanista y a la inversa, cuando dos personas buscan entenderse, no es problema alguno y que hay gestos universales que están por encima de los convencionalismos lingüisticos. Que todas las ciudades, todos los pueblos, todos los rincones tienen algo que enseñarte, que solo tienes que ir con ganas de encontrártelo o que alguien te lo enseñe.
Cuando vas de trabajo, además, te vuelves siempre con la sensación de que tienes que regresar, pero con más tiempo. Milán, donde yo he estado, es una ciudad poco turística a nivel global, pese a la espectacularidad del Duomo, pero tiene encanto, es consmopolita y debe esconder rincones en los que perderse fuera de las rutas tradicionales. Y si tu tarjeta de crédito va con energías, puedes ser tremendamente feliz.
Viajar ayuda a curar los nacionalismos recalcitrantes, pero incluso para los amantes de lo suyo, viajar te ayuda a valorar más lo que tienes...
Y a mis chicos italianos...Amici italiani, sono arrivato per conoscere dei colleghi di lavoro e me ne sono andato salutando degli amici.
8 comentarios:
ahí te ví!! pero como controlas el italiano Larrey.... debe ser linda la ciudad, pero como bien dices, más aún con una buena visa.
Pues tienes mucha razón... no sé porqué la gente tiene tanto problema con los idiomas, y para muestra un botón:
Esta es una carta de un lector de El Periódico de este sábado pasado.
"Un andaluz en BCN
Antonio del Moral Arboledas
Córdoba
Soy cordobés, del califato, nacido en el barrio de Santamarina, barrio de toreros, y estoy orgullosísimo de ello. He tenido un hijo durante cuatro años trabajando en Barcelona y ahora tengo un segundo que lleva ahí un año. La pasada semana enfermó y he estado seis días en Barcelona con él. Hemos estado en hospitales, en hoteles, en restaurantes, gestionando papeles, etcétera. No he tenido el más mínimo problema en ningún sitio. He entendido a todos y todos me han entendido a mí. Creo que lo no se puede entender es la actitud del PP con quienes no les dan el voto. Con ello lo que confirman es su único fin: ni España ni los españoles, solo deteriorar a quien sea para conseguir de nuevo el sillón. Por mi parte, ¡gracias Barcelona!"
Por cierto, te recuerdo que en España a parte del castellano y catalán también se hablan el gallego y el vasco (...es que como sólo te has acordado de mencionar a los "catalanistas")
Saludos
En Milan por motivos de trabajo. ¿Has sido enviado por Florentino para la contratación de Kaká?
Qué razón tienes. Qué entrada más interesante.
Milán, Milán y su Duomo... En fin, la imagen es del Duomo de Firenze, la maravillosa Florencia, hasta el momento, la ciudad más maravillosa que yo he conocido.
Sí, estoy contigo: viajar nos da pie a añorar localismos y a defender el ser cosmopolita.
Gracias por la aclaración de la foto, sabía que no era el Duomo de Milán pero no quiero cambiarlo, me gusta mucho esta foto.
Yo también he estado por Milán esta semana... solo que era en el siglo XVI, durante 40 minutos de metro, a través de un libro... otra forma de viajar cuando la visa no alcanza
Publicar un comentario