19 de noviembre de 2008

No soy muy aficionado al cine bélico, me ocurre como las del oeste, cuando dejé de jugar con los playmobil les perdí el gusto. En cambio, cada cierto tiempo surge una película interesante que me deja sentado en el sillón durante un par de horas y un buen regusto. Hoy he elegido quizá una escena no bélica, pero sí muy significativa de, para mí, la mejor película sobre la guerra de Vietnam, por no decir de la guerra en general: Cazador. El problema es que no he encontrado la escena que buscaba, aquella en la que Robert De Niro acude en busca de su amigo al local donde se juega la vida a la ruleta rusa. Así que me he decantado por el plan B, que era Salvar al soldado Ryan. Lo que ocurre es que visualizando la escena que había elegido (el desembarco) he sufrido un verdadero sock, viendo a un soldado, en el suelo, herido de muerte, llorando mamá, mamá. He visto la película un par de veces, y esa escena una docena y jamás había empatizado tanto con ese instante. Prefiero dejaros la escena de la película sin más (aunque no en su formato original) y no contaros nada de las lágrimas que intento reprimir: http://es.youtube.com/watch?v=HifdfcRT4Ts&feature=related. Y a todo esto me cago en todas las guerras, pasadas, presentes y futuras.

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