LA ESPERANZA NEGRA
El nuevo Presidente de los Estados Unidos de América es un hombre negro. Es un hecho revolucionario teniendo en cuenta que hace apenas cincuenta años aún no se habían aprobado en aquel país los derechos civiles que permitieron a los negros vivir como ciudadanos normales dentro de su propio país.
Obama era el candidato presidencial menos malo. De lo que prometía hace meses no nos queda más que su amable mirada, parece que las ideas que parecían casi incluso revolucionarias se han ido guardando en el baúl de los recuerdos, pero sin embargo ha sabido ganarse a los jóvenes y a toda una serie de ciudadanos descontentos con el sistema que han acudido en masa primero a inscribirse como votantes y luego en masa a votar. Ese es el gran cambio, y esa es la asignatura más dura que deberá aprobar durante su mandato.
Me conformaría con que fuera un Presidente próximo al resto de los países, que cambiara las reglas del juego y que proyectase la necesidad de establecer unas nuevas relaciones entre los diferentes países del mundo ya que no tiene nada que ver el mundo de hoy con el de la composición representativa que se estableció tras la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.
En materia económica es evidente que debe intentar cambiar muchas cosas y empezar de verdad a redistribuir la riqueza entre sus ciudadanos, y no sólo con lo que recaude impositivamente, sino como una imposición a las empresas en cuanto a los salarios de sus trabajadores, las emisiones de co2 a la atmósfera, etc, etc.
En materia social, es increíble que el país más importante del mundo no tenga una cobertura de sanidad mínima para todos sus ciudadanos, y es increíble que las estadísticas ignoren a casi 30 millones de ciudadanos porque viven en unas condiciones de pobreza tales que no tienen que envidiar a algunos países africanos.
Un afroamericano con nombre árabe en la Casa Blanca. Un nuevo reto, una nueva visión. Una nueva oportunidad para creer. Esperemos que no nos defraude demasiado y sobre todo que haga de los Estados Unidos un referente y no un enemigo del mundo.
El nuevo Presidente de los Estados Unidos de América es un hombre negro. Es un hecho revolucionario teniendo en cuenta que hace apenas cincuenta años aún no se habían aprobado en aquel país los derechos civiles que permitieron a los negros vivir como ciudadanos normales dentro de su propio país.
Obama era el candidato presidencial menos malo. De lo que prometía hace meses no nos queda más que su amable mirada, parece que las ideas que parecían casi incluso revolucionarias se han ido guardando en el baúl de los recuerdos, pero sin embargo ha sabido ganarse a los jóvenes y a toda una serie de ciudadanos descontentos con el sistema que han acudido en masa primero a inscribirse como votantes y luego en masa a votar. Ese es el gran cambio, y esa es la asignatura más dura que deberá aprobar durante su mandato.
Me conformaría con que fuera un Presidente próximo al resto de los países, que cambiara las reglas del juego y que proyectase la necesidad de establecer unas nuevas relaciones entre los diferentes países del mundo ya que no tiene nada que ver el mundo de hoy con el de la composición representativa que se estableció tras la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.
En materia económica es evidente que debe intentar cambiar muchas cosas y empezar de verdad a redistribuir la riqueza entre sus ciudadanos, y no sólo con lo que recaude impositivamente, sino como una imposición a las empresas en cuanto a los salarios de sus trabajadores, las emisiones de co2 a la atmósfera, etc, etc.
En materia social, es increíble que el país más importante del mundo no tenga una cobertura de sanidad mínima para todos sus ciudadanos, y es increíble que las estadísticas ignoren a casi 30 millones de ciudadanos porque viven en unas condiciones de pobreza tales que no tienen que envidiar a algunos países africanos.
Un afroamericano con nombre árabe en la Casa Blanca. Un nuevo reto, una nueva visión. Una nueva oportunidad para creer. Esperemos que no nos defraude demasiado y sobre todo que haga de los Estados Unidos un referente y no un enemigo del mundo.
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