30 de noviembre de 2008

EL PRIMERO


De verdad tía, no se lo cuentes a nadie, pero a nadie, tía, que no quiero que me pongan ya fama y esas cosas. Bueno, pues fue el en Calendas, la otra noche. Me había tomado dos copas, que estuvimos de botellón, pero no sé, tía, a lo mejor no fue por eso. Estuvimos bailando como siempre, nos entraron un par de pesados y lo de todos los sábados, dos frases y pírate niño. El caso es que me fui al baño, y al doblar la esquina de la barra me tropecé con un tipo alto, algo más mayor que nosotras. ¿Sabes esas cosas que pasan en las películas? No me digas cómo pero se me olvidó que iba al baño y cinco minutos después me estaba descojonando con él en la barra, que me invitó a una copa y todo. Me tocaba, pero lo hacía, no sé tía, no es de los brasas que parecen un pulpo, era todo delicadeza y mucho calor, te juro que sus dedos me quemaban. Me dijo que no me escuchaba bien, que si podíamos sentarnos un sitio más tranquilo. Me cogió la mano para llevarme, y no es que molestara es que me sentí la reina de la fiesta. ¿Sabes?, me dijo, que me acuerdo perfectamente, algo me ha pasado contigo, de haber sido con otra mujer no hubiera ido por delante, sino detrás, para poder verte el culo, y no lo he hecho. Ya me conoces, tía, que yo no soy así, pero de verdad que había algo en sus ojos, en su forma de hablar, ¿sabes que le dije?, no quiero que hagas una excepción, así que déjame pasar. ¡ Y me puse a caminar para que pudiera mirarme el culo ¡. Y lo hizo. Me dijo pues creo que cometí un error y me alegro de que lo hayas arreglado, porque podía haberme perdido el culo más impresionante de mi vida. Estábamos cerca del rincón donde se ponen las parejas, pero no nos sentamos todavía. Me agarró de la cintura como si me fuera a invitar a bailar y se acercó mucho a mi cuello para hablarme. Noté todo su cuerpo contra el mío, no era un abrazo, o sí, no sé, pero tuve una especie de escalofrío y me temblaron hasta las rodillas. Me hacía cosquillas con las palabras. Ya no me acuerdo lo que me decía, porque estaba como en una nube, y en un momento dado dijo algo de mi cuello y me dio un beso. Mira, tía, mira mi piel ahora, los pelos como escarpias de recordarlo. No sé como explicártelo, no era un mordisco, era una especie de calor abrasador unos segundos y después la lengua. Me apretó contra él pero sin pasarse, que de verdad lo hacía todo como si fuera un baile. Fue subiendo hasta que llegó a mi oreja. Me tenía por la cintura pero su mano ya estaba acariciando mi culo. ¿Te lo puedes creer?, me tocó el culo antes de besarme y no lo mandé a la mierda. Tía, es un calor, es una cosa que te va subiendo…y que bueno, pues que te entra un calor aquí, entre las piernas, que nunca había sentido una cosa igual. Nos sentamos, pero ya nos estábamos besando. Lo hacía de la única forma que me podía esperar, como nadie, la lengua era intensa pero no como una culebra, ni tampoco se metía hasta la garganta, buscaba la mía y la invitaba a bailar. Estábamos incómodos, así, de lado, así que ahí me tienes, que se me ocurre sentarme sobre él, pero no solo sentarme, de verdad, me apreté contra él como si me fuera la vida en ello. Me has prometido que no se lo vas a contar a nadie, ¿verdad?, pues tía, sentí todo aquello, ya sabes, entre mis piernas y fue como una descarga eléctrica, me subió por la espalda y me dejó medio grogui. Me seguía besando por el cuello e iba bajando a mis pechos, me acarició y me besó, y los sacó y todo me parecía fenomenal. Estaba fuera de mí, así que me limité a abrazarme a él y a esconder mis gemidos en su cuello. ¿Te lo puedes creer?, estaba gimiendo. Me metió la mano dentro de los pantalones, por el culo, y me pareció genial. Y empezó a apretarme contra él. Pero me apretaba y me soltaba, me apretaba y me soltaba. Y yo empecé a hacer fuerza con la cintura, no sé por qué, solo que me lo pedía el cuerpo. Y sentía su sexo como si estuviera dentro de mí, es como si ya hubiera hecho el amor, tía, creo que debe de ser algo así. Él me apretaba, y yo hacía fuerza para pegarme a él y él levantaba la cintura, y se movía como de lado, como haciendo círculos, y cada cosa que hacía era mejor que la anterior, y yo me apretaba contra su cuello, y me iba subiendo una cosa así por la espalda, por el pecho, respiraba raro, entre su olor, lo que estaba sintiendo, era como si empezara a marearme. Y seguía apretándome, y levantándome, y aplastándome contra él, y besándome el cuello, la barbilla, a mirarme a los ojos, a decirme cosas al oído que no entendía pero que me encantaban. Entonces me empezó a temblar la barbilla, el ojo derecho, a quemarme el aire en los pulmones y tía, sentí un calor abrasador entre las piernas, y creo que empecé a mojar el pantalón, pero seguí moviéndome, y moviéndome hasta que no pude más. No sé si me escucharon con la música, prefiero pensar que no, pero sentí creo el primer orgasmo de verdad en toda mi vida. ¿Que qué hice? Pues me levanté, pillé el bolso y salí corriendo, muerta de vergüenza.

4 comentarios:

Fernando Herrero dijo...

Pues no sería tan ardiente la cosa como para que se apegue con un fluido, supongo, tan escaso.
Me ha gustado mucho

Anónimo dijo...

Nada mejor que un orgasmo estando totalmente vestidos... jejeje...
Yo no me habría ido corriendo... osea, me habría corrido pero no me hubiera marchado... le habría pedido OTRO, OTRO, OTRO!!! jajajaja

Larrey dijo...

No me había dado cuenta de ese juego de palabras: se fue corriendo y entonces se fue corriendo. Es todo un micro. ¿Te puedo robar la idea?

Anónimo dijo...

Jejejeje.... la idea es tuya, pues tú la inspiraste...