9 de noviembre de 2008

LA MÁS SEXY DE TODO EL LOCAL

La más sexy de todo el local. No hay duda. Ante sus miradas ha ido reculando tanto que está contra la última columna. No puede ser. Ella no lo puede estar mirando a él, no puede estar coqueteando con él, uno de los cientos de chicos normales de la sala. Está con dos amigas a las que no parece hacer mucho caso. Él vino con una decena de que a la segunda copa se dispersaron, con mayor o menor suerte, en busca de una mujer. No se sentía con fuerzas, todavía no ha pasado el luto de la pérdida, y tortura su mente con el recuerdo de verla con las maletas, cerrando la puerta. Pero esta rubia de pechos arrogantes y mirada entre infantil y lasciva puede acabar con sus reservas. Se va acercando, sonriente. A él no le queda local al que apartarse para dejarla pasar. Hola. Él dice algo, más bien lo intenta. ¿Por qué no te has acercado? Otra vez intenta hablar pero no puede, tiene la garganta seca, temblor en las piernas y la concentración sanguínea en un lugar inadecuado para el diálogo. He intentado invitarte a bailar con sonrisas, con miradas de niña, de tigresa, hasta con un dedo en el labio y tú cada vez te ibas más lejos. Ya. Bueno, no es un gran discurso el suyo pero al menos ha logrado superar el balbuceo. ¿Te doy miedo? Sí, mucho. ¿Por qué? Tengo un problema. Ah, vale, no me lo digas, se llama esposa y te espera en casa. No, no es exactamente ese. Bueno, pues espero que cualquier otro podamos superarlo, ¿no te parece? Puede ser. Ahora están muy cerca, siente el roce de sus pechos, mecidos ligeramente por unas caderas presas en unos vaqueros que parecieran un anuncio andante. Su tendencia a ser extremadamente educado casi le lleva a agradecer al último que pasó camino del baño, eh, gracias, tío, acabo de sentir sus tetas perfectamente. No creas que soy así a cada chico que me gusta, suelen venir a buscarme, pero hoy tú parecieras estar ciego. ¿Y por qué la tía más buenorra de todo el puto local se va a fijar en este casi cuarentón con canas y medio calvo con tendencia a la tristeza?. Es incapaz de verbalizar tan complejo pensamiento y se decanta de nuevo por el monosílabo estrella. Ya. ¿Estás triste por algo? Si, siempre lo estoy. Se te adivina en los ojos. Sus amigos se han reagrupado en parte y contemplan la escena satisfechos. Él apenas si sale del campo de acción del escote. Mira, ella levanta la mano mostrando el reloj, pero él sigue hipnotizado por el gran cañón que dibujan sus dos pechos. Es tarde. Mañana tengo que madrugar, ¿crees que tu tristeza podrá dejarnos que al menos te de un largo beso que te ayude a dormir mejor?¿Un beso? Si, mira, es algo así como juntar los labios y dejar que nuestras lenguas se quieran un poquito, sin compromiso. Dicho y hecho. Se agarra a su cuello con fuerza, sin soltar la copa, se alza sobre las puntas de sus pies y mete la lengua en su boca con firmeza pero sin prisas, demorando el contacto, dejándose querer. ¿Ves?, no era tan difícil, parece que la tristeza no te ha nublado todos los sentidos. Sí, eso parece. Hay un breve silencio que ella aprovecha para dejar la copa justo detrás de él. Sus cuerpos se han fusionado en lo que un entendido pudiera llamar abrazo, pero en la calle, piensa, esto es más bien un magreo. ¿Te das cuenta? No. Había muchas mesas en las que dejar la copa, elegí esta. ¿Por qué? Quería rozar tu cuerpo y comprobar si por aquí abajo, justo por donde ahora lleva su mano, había también alguien contento con el roce. Mira, ella parece haber perdido la paciencia y las ganas de jugar, somos adultos, tú me gustas, yo debo gustarte, coge sus manos y las lleva a la cintura. Ahora sus cuerpos vuelven a estar muy juntos. Creo que te gusto mucho, quiero que vengas conmigo al baño, que te encierres dentro y que me dejes hacer. Tarda en responder, porque procesar tanta suerte siempre le ha costado. ¿De verdad me estás pidiendo que me meta contigo en el baño? Pero no hay respuesta, simplemente una mano que invita a seguir a un cuerpo espectacularmente creado para mecer las luces de la discoteca. En el baño hay chicas retocándose que apenas se fijan en ellos. Hay besos, se atreve por primera vez a tocar sus pechos con fuerza, a besar su cuello, que sabe a caramelo de fresa. Ella gime y habla, sí cariño, ves, yo te voy a quitar esa tristeza de golpe, es tu día de suerte, te voy a hacer lo que nadie jamás te ha querido hacer. Él sonríe por dentro y recuerda que su ex mujer, bastante recatada en esto del sexo, le dejó demasiadas asignaturas pendientes, tranquila hija, diría si fuera capaz de cambiar gemidos por palabras, no lo vas a tener difícil. Ella se sienta en la taza, le baja los pantalones y saca el sexo, no sin cierta dificultad por la enorme erección. Cariño, sonríe, esto no me lo esperaba, es enorme. Y comienza a besarla. Lo hace con cierta violencia pero concentrada en los puntos donde es bien recibida. Se la mete prácticamente entera en la boca varias veces y lo mira con cara de satisfacción. Ella gime más que él, pero él necesita agarrarse en las paredes para que la flaqueza de sus piernas no lleve a sus huesos al suelo. Va a correrse, así que lleva la mano a la frente para apartarla la cara y ella lo hace, pero sonriendo. Esta es tu sorpresa, dame tu leche para que me lleve tu tristeza, entera, dame esa leche, cariño. Sigue masturbándolo con violencia con la boca abierta, esperando la descarga, que llega en tres dentelladas calientes que no solo llenan su boca, sino parte de los labios, las mejillas. Ella sigue jugueteando unos segundos. Después se pone de pie y le da un tierno y casi ridículo abrazo. ¿Ves cariño que fácil ha sido?, tú solo te tenías que dejar llevar. Ya. Ha sido genial, mi niño, pero me tengo que ir. Y ahí lo deja, sentado, con los pantalones por las rodillas. ¿Recuerdas que te dije que tenía una problema contigo?, pues es que sé que eres una puta y que esto era un regalo de mis amigos para sacarme a mi ex de la cabeza. Pero ella ya no escucha nada, está en el ropero, recogiendo su chaqueta, en un par de horas tiene otra actuación, malditas despedidas de soltero.

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