La primera polla le ha llegado casi sin darse cuenta. Apenas ha terminado de desnudarse y ha sentido la penetración salvaje. No solo la polla, sino las manos, que se han aferrado a su cintura con violencia, marcando cada dedo como si fuera una res. Las embestidas son brutales. Nunca fue una timorata, si lo fuera no estaría ahora mismo con las piernas abiertas, estiradas sobre los hombros de un tipo musculoso que la penetra una y otra vez con salvaje pasión. Y sin serlo le gustaría algo más de empatía, tal vez unos besos, algún gesto de cariño, un poco de complicidad. Pero solo hay sexo, del bueno y brutal, pero solo sexo. Ella mira a los ojos, es su costumbre, le encanta ver la excitación de su acompañante. Le acaricia el pecho, musculado y depilado, para facilitar el proceso. Y gime, con exceso y teatralidad. Antes de que se termine de acomodar a la penetración una nueva polla llega por su izquierda. Su dueño, igual de musculado y depilado, se arrodilla junto a ella y desde la nuca facilita que pueda metérsela en la boca. Lo hace con la misma falta de cariño de quien sigue penetrándola sin compasión. Está limpia, muy limpia, eso es de agradecer. No tanto su intención de acariciarle la campañilla. Ella pone la mano, para además de masturbarlo, evitar que todo su volumen entre y salga cada vez. Juguetea con la lengua. Sabe de sobra lo que gusta, lo que hace que los hombres entornen los ojos y miren al techo. Y abre la boca con la misma teatralidad con la que gime. La coordinación es admirable. Ahora se dedica a los genitales, porque la polla, la de la boca, ha terminado con el juego de los dedos, prefiriendo el reto de la campañilla. Estira la piel, acaricia, juguetea mientras que con la otra mano intenta alcanzar el pezón de quien sigue penetrando su sexo, inalterable al nuevo acompañante. Y mientras esto ocurre llega un tercero, algo menos musculado, pero todavía mejor dotado, si eso es posible a tenor de los precedentes. Se acerca con algo más de calma, incluso con una sonrisa cómplice que ella agradece abandonando la búsqueda de pezones y dedicándose a su polla, la tercera en liza, de momento. La masajea y la masturba con dedicación. Ha sentido una empatía inmediata por su sonrisa, así que abandona la polla que invadía su boca y la sustituye por la recién llegada. El volumen es brutal y su limpieza no tan aséptica, lo que se agradece incluso, porque siendo sincera, sabe a hombre. Cierra los ojos por primera vez y se concentra en ella, es lo que desea. La primera polla sigue su juego y con la mano izquierda intenta calmar el ansia de la segunda, que no debe estar muy contenta con la pérdida de protagonismo. Sin apenas entender como, ni quien ha sido el iniciador del cambio, antes de que se de cuenta está sobre el primero de los hombres, que se ha sentado y la ha puesto encima a ella con la pericia de penetrarla al mismo tiempo. Detrás, el de la segunda polla, busca con cierta dificultad su culo, para penetrarlo. Le cuesta un poco, ella intenta relajarse lo más posible para que la tarea no se dilate. Al final lo consigue. Le ha dolido un poco, la excitación y la costumbre no sirven para estas cosas, hasta que no está dentro y se acomoda, su cuerpo no se convence de lo que está ocurriendo. Ahora las dos pollas están entrando y saliendo con una admirable coordinación, Se apoya sobre las manos, para intentar alzarse, porque la tercera polla, la que tenía aquel sabor tan masculino y agradable, se ha quedado huérfana y la idea no le gusta. La busca y se la mete en la boca, aumentando la sensación, entre confusa y maravillosa, de sentirse por completo penetrada. A su nuca hay un hombre que gime, otro que chupa y muerde sus pezones, algunas veces con exceso de pasión; y un tercero que acaricia su nuca mientras ella se come con toda la pasión que es capaz de rescatar, una de las mejores pollas que recuerda en su dilatada vida. El primero en abandonar su posición es el que penetraba su culo, que acerca su polla a la boca, por la derecha, invitándola a abandonar la que todavía estaba dentro. Apenas dos movimientos y siente la descarga en la boca, la abre con la teatralidad de siempre y deja que el líquido se esparza por sus labios, por las mejillas y hasta por el pelo. Apenas tiene tiempo para recomponerse cuando quien penetraba su coño la levanta con una facilidad pasmosa y la deja sobre el sofá. Las dos pollas que todavía no había descargado sobre ella se sitúan cada una a un lado de su rostro. Ella las masturba y las besa por turnos, esperando adivinar quien será la primera, que al final es la que había estado en su coño prácticamente desde el principio. Se repite la rutina, la leche caliente sobre el rostro, el pelo, los pechos, y ella, como si fuera un pincel y su cuerpo el lienzo, realiza algunos dibujos sobre su piel. Queda por tanto la tercera, la última en llegar y la mejor. A ella se dedica con pasión, con las fuerzas que se quedan, metiéndosela hasta el fondo, hasta que se repite la escena, pero esta vez se concentra plenamente para que la leche no se desperdicie por el rostro, sino que entre por completo en su boca, apuntando con pericia y dejándola sobre la lengua. Después se la traga sin apenas pestañear. Cuando por fin escucha la palabra ¡ corten, toma buena! se siente sinceramente aliviada y agradece la toalla que le ofrece su asistente. Mientras se limpia el semen piensa que un día de estos empezará a plantearse cambiar de profesión.
23 de noviembre de 2008
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1 comentario:
soberbio relato
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