17 de noviembre de 2008

DESPAREJADOS


Esta semana hice una pequeña limpia en uno de los cajones de la casa. Uno muy concreto: el de los calcetines. No es tema sencillo esto de los calcetines para el que se viste prácticamente a oscuras (el resto de la familia sigue dormida). Toda precaución es poca para no acabar en la oficina con un calcetín azul y otro negro, por ejemplo. No recuerdo haber tirado en mi vida un calcetín a la basura. Yo pensaba que se reciclaban solos, que se autoconsumían o que sin más, un día decidían no salir de la lavadora y se lanzaban al cielo de los calcetines, lleno de nubes de Don Algodón y algún que otro Punto Blanco. Pero parece ser que como en otras muchas cosas de la vida hogareña, no es que hubiera un ojo que todo lo ve, sino una mano que todo lo hace. Porque ahora me he dado cuenta de que en mi cajón de calcetines había auténticas reliquias. Es hora de la renovación, les dije, dejando junto a ellos la flamante docena de calcetines recién comprados. ¿El criterio?. Muy sencillo, los que tuvieran pareja se quedaban y los que no, a la basura (al menos ahí les toca mientras descubro la existencia o no del cielo de calcetines). Y aquello me pareció una metáfora real de la vida, que está hecha para las parejas. Había calcetines desparejados lustrosos, sin pelotillas, que se les veía orgullosos en su soltería. Pero sobre todo había calcetines descoloridos, viejos, cansados de abrazar mis talones y mecer mis dedos, llenos de pelotillas, que es el reuma de los calcetines. A estos calcetines se les veía manifiestamente incompletos, no eran nada, y lo sabían, de ahí su tristeza, sin su par izquierdo. Estos acudían a la basura con la resignación de quien sabe que ha llegado su hora, tal vez la de pasear entre nubes de punto blanco con su otro don algodón. Y es que la vida no está hecha para los calcetines solitarios, en los restaurantes de calcetines se les reserva la última mesa, en los cines se sientan siempre en las últimas butacas y entran en la sala con la película, probablemente Último calcetín en París o Calcetín Jones y el cajón maldito, con la película comenzada para no evidenciar su soltería. La declaración de pelotillas ante el ministerio de Calcienda les sale siempre a pagar, no tiene ayudas para la adquisición de remiendos... pues eso, como la vida misma. Y esta no es la única historia de calcetines, otro día hablaremos de los calcetines que decidieron salir del armario...

2 comentarios:

Dudu dijo...

Me ha gustado "... la mano que todo lo hace..." ja,ja,ja!!

Por cierto ¿Conozco al marido de Elena?

Elena dijo...

Pues eso mismo le pregunté a Tirso, si te conocía, y por Dudú no, si te conoce por otro nombre quizás, no sé,.....Larrey danos pistas para que yo pueda decírselo a tir.

Bss. Muy bueno con los calcetines...la mano oscura de mi casa SOY YOOOOOOOO....ja,ja,ja...