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Nací y me crié en un barrio del sur de la ciudad. He sobrepasado los 35, por lo que mi infancia y primeros años de la juventud los viví bajo el yugo amenazador de las drogas. No las sintéticas o el complejo abanico que ahora ameniza las noches de la adolescencia, sino a ese fantasma al que le cantaban los grupos de nuevo flamenco semi marginal. Estoy hablando de la heroina, ese caballo vestido de ángel. Jugué al fútbol en callejuelas y placetas donde era fácil encontrar a un joven inconsciente con una jeringa colgando en el brazo. Llevé a vecinos drogados a las puertas de sus casas, vi morir a otros consumidos por su adicción. Pese a todo sentí siempre aquellos espacios como míos, y eso nos dotó de un absurdo orgullo que jamás nos obligó a cambiar de lugar. Aquellas eran nuestras calles y nuestros parques, si alguien debía irse eran ellos.
No sé si la culpa es de esto, pero jamás siento miedo caminando por las calles, y menos por esos lugares reconocibles (todos los parques y todos los barrios del sur tienen algo de similar). Eso me ocurrió el viernes, a primera hora de la noche, donde hice una línea recta entre el punto de partida y el destino, y esto incluía una oscuro parque y algunas callejuelas, digamos, de tránsito reducido. Bien podría haber elegido otro camino, dar un pequeño rodeo que me asegurara el anonimato de la bulliciosa ciudad. Pero no lo hice. Y no sentí miedo. Dice mi pareja que por mi embergadura (no soy un tipo especialmente pequeño) ni por mi gesto serio (de malo de comic, apostilla) el que realmente da miedo soy yo. No lo sé, el caso es que no siento temor, yo que soy un tipo apocado, un trozo de pan con el punto de ebullición altísimo, camino seguro en este tipo de trayectos, como si nunca me fuera a pasar nada. Quizá un día me pase y entonces cambiaré de idea, pero de momento no cambiaré de camino.
2 comentarios:
Nos ha jodío, rondando los 190 cms y los 100 kilogramos, el trayecto más corto entre dos puntos es una línea recta
Anda, yo a tu lado tampoco tendría miedo, pero solita seguro que sí, aunque dicen que no hay como cargarse de valentía para que los demás no aprecien tu miedo y así te vaya mejor, pero nunca lo he probado...en fin.. Un beso.
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