1 de febrero de 2008

EL MIEDO

Hay que tenerle mucho respeto al miedo. Bajo su yugo irracional el ser humano es capaz de las mayores atrocidades. En la literatura y la vida real hay muchos ejemplos ilustrativos. Cuando a esto le añadimos el condimento de la masa, el resultado puede ser terrorífico.
Esta semana hemos tenido un buen ejemplo. El resultado final ha sido relativamente benigno, pero podría haber sido una masacre. La historia es la siguiente: un grupo de rumanos va en su coche por un pueblo (¿cual?, eso es lo de menos) y le preguntan a un chaval de once años por un taller. El chaval, que esperaba en la puerta de casa a la familia, se asunta por las pintas, por la mirada, por el idioma, por lo que sea que un niño de once años puede asustarse, y corrió a avisar a su familia. Esta pensó que los rumanos tenían intención de secuestrarlo, por lo que salieron en su busca. Les dieron caza en la carretera, a la salida del pueblo. Interceptaron el vehículo y se liaron a golpes. La policía local no pudo, y seguramente no quiso, poner freno a la turba, y solo con la llegada de la Guardia Civil se detuvo el ajusticiamiento popular. Pasaron unas horas en el cuartelillo, hasta que la Guardia Civil tuvo la certeza de que no había evidencias de intento de secuestro.
Estos hombres fueron a buscar un taller y se encontraron con una paliza y un interrogatorio policial. Todo por el miedo generado en la sociedad por los secuestros a niños, todo por la baja capacidad de racicionio de las masas, todo por el más que legitimo miedo de un niño de once años. Por eso digo que al miedo hay que tenerle mucho respeto, como se dice en mi pueblo, más que a un nublao.

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