20 de febrero de 2008

MADRUGADORES


Tengo una mala noticia para Rajoy. En Madrid, la reserva de votos de la derecha, el bastión básico que mantiene en vilo la incertidumbre del resultado en toda España, no hay madrugadores. Y ya sabemos que Rajoy va a ganar las elecciones porque a él le votan los que madrugan. Salgo de casa a diario a eso de las siete menos cuarto de la mañana. Empezando por el kioskero, que coloca la prensa al tiempo que me sirve mi periódico, me voy encontrando con un número razonable de personas. En la M30 el número aunmenta, pero el tráfico es fluido. Uno tiene la impresión de que los que ahí circulamos somos los desafortunados, porque la ciudad entera parece dormir todavía. En cambio ayer tuve que salir de casa a las nueve de la mañana. Reconozco que, temeroso como había salido, me mostré entusiasmado y optimista al ver la fluidez de las calles por mi barrio. Pero al llegar a la M30, a los flamantes túneles del Faraón, pum, allí estábamos todos, atascados, metidos en una maraña de luces de frenos y limpia parabrisas. Mis compañeros del madrugón, los que vamos a votar todos a Rajoy, ya estaban en sus trabajos. Me pregunté, sánamente, ¿a qué hora entra toda esta gente?. No me puedo creer que todo el mundo llegue tarde como yo. ¿Había un atasco de excepciones?. No, Marianito, que en Madrid la gente no madruga, parece ser.
Evidentemente esto no es más que un juego de palabras, pero no deja de ser curioso que la misma ciudad que a las siete de la mañana tiene cierta tranquilidad en las calles, y que a las diez tenga un monumental atasco de currantes, sea la que más votos vaya a darle a un político adulador de madrugadores.
También me di cuenta de que en un tiempo había bajado la guardia con Gallardón. Me dejé llevar por la fragilidad de la memoria estos meses y pensé cuan grande había sido su obra en la M30. Amén de las chapuzas que van quedando por ahí y todo el endeudamiento que nos ha regalado por generaciones. En realidad comparaba lo incomparable, comparaba el tiempo y los malabarismos para llegar a mi trabajo en tiempo de obras con lo que tardo ahora. Pero tendría que recordar que hubo un tiempo en el que salía de casa a las siete y media para llegar a trabajar con tiempo de tomarme un café y sentarme en mi sitio una hora más tard. Esos eran los buenos tiempos, y no había túneles. Ahora, con ellos o sin ellos, salgo de casa a las siete menos cuarto si es que quiero llegar con tiempo de tomarme un café antes de las ocho y media. Y si por un casual salgo a las nueve de casa, nadie me quita las dos horitas de radio y frenazo va, acelerón viene. Así es la memoria, apuntito estaba de sentirme afortunado de tener un alcalde topo.

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