Si la semana empezara el domingo, desde luego que tendríamos que hacerlo mencionando el final del mundial de Fórmula 1. Guste o no guste, fue todo un ejemplo de lo que es el trabajo eficaz y callado y en equipo, y lo que es la prepotencia y la chiquillería egocéntrica. Aguirre, que buscando ayudar a sus amigos hace auténticas barbaridades (como cambiar el trazado del AVE, por ejemplo) defendió a nuestro amigo de los santos en su conjura contra el Rey. Esta mujer la verdad es que debe creerse inmune a todo y luego se me despacha acusando de cobardica al pobre muchacho que presenció la vegación de la ecuatoriana por el descerebrado del tren. Ella, que no habrá viajado desde la adolescencia en transporte público y menos sin escolta, hablando de lo que un hombre muerto de miedo debería haber hecho. En fin, el mundo al revés. Rajoy, que cada día se empeña más en asentarse en la oposición (debe de haberle gustado el trabajo) desprecia el cambio climático y encima le echa la culpa a su primo, eso sí que es escurrir el bulto. Como lo está haciendo la ministra de fomento, que por coherencia debería dimitir después del desastre y el caos generado por las obras del AVE a Cataluña. Recuerdo como pedían con insistencia del ministro Cascos cuando aparecieron los primeros socavones en esa obra. Ahora ¿ya no es responsable el ministro?. Pues igual, hombre, pues igual. Digo yo. Diría que fuera la justicia quien decidiera estas cosas, pero es que tal y como está la pelea en la cúpula de la justicia es tentador dejar de creer en ella, y ya se sabe lo fácil que es caer en la tentación.
28 de octubre de 2007
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