Hay pocas personas con las que haya compartido una ilusión infantil o adolescente que hayan logrado llevarla a cabo en su máxima expresión y vivan de ella. En realidad son dos y de ellas, además de un recuerdo agradable, guardo una ¿sana? envidia. Una de ellas es futbolista. Para mí siempre será Richi y lo recordadré como portero del Santa Lucía (Aluche) infantil, un equipazo (de barrio) que aquel año quedó tercero y se codeo con los equipos más grandes de la ciudad (Madrid, Atlético, Móstoles, Fuenlabrada o Alcorcón). Éramos un equipo de gente de barrio, pero que con la tierna edad de diez o doce años todavía albergábamos la esperanza de vivir de la pelota. Y ya digo, el único que lo ha logrado ha sido Ricardo, portero titular del Osasuna. Ha estado incluso en un Mundial (Korea y Japón). Yo siempre seré del equipo en el que él juegue, tengo esa afinidad infantil de por vida, y me alegro cuando hace una estirada, cuando hace un paradón porque me imagino a mis compañeros de equipo igual de satisfechos. En el fondo somos unos usurpadores y vemos en su éxito parte del nuestro. Si se para un penalti digo a quien esté a mi lado, ¿ves?, eso es porque yo me quedaba después de los entrenamientos a tirarle penaltis.
La otra persona se llama Angel Cotobal, pero para nosotros siempre fue y será Coto. Hace poco un amigo común se compró el libro de Buenafuente y leyendo los títulos de crédito y esas cosas que solo hace mi amigo Toni, descubrimos que como colaborador tenía a nuestro viejo amigo del instituto. Sabíamos que se dedicaba, o que malvivía, de escribir, pero no pensábamos, perdido ya el contacto, que lo había logrado plenamente. Y me ocurre lo mismo que con Richi, nos imagino a los dos en mi casa, las muchas tardes que pasamos escribiendo guiones magistrales que no dejaban nunca de serlo porque jamás salían de aquellas tardes de risa y creación. Habremos escrito docenas de ellos, algunos incluso con cierto toque comercial y profesional. Y ahí está ahora, coordinador de guiones del programa de Buenafuente.
En fin, chicos, que me permito robaros parte de vuestro éxito para alimentar mis añoranzas, con la esperanza de que estos ataques de nostalgia no acaben alimentando también el cuarto oscuro de las frustraciones.
La otra persona se llama Angel Cotobal, pero para nosotros siempre fue y será Coto. Hace poco un amigo común se compró el libro de Buenafuente y leyendo los títulos de crédito y esas cosas que solo hace mi amigo Toni, descubrimos que como colaborador tenía a nuestro viejo amigo del instituto. Sabíamos que se dedicaba, o que malvivía, de escribir, pero no pensábamos, perdido ya el contacto, que lo había logrado plenamente. Y me ocurre lo mismo que con Richi, nos imagino a los dos en mi casa, las muchas tardes que pasamos escribiendo guiones magistrales que no dejaban nunca de serlo porque jamás salían de aquellas tardes de risa y creación. Habremos escrito docenas de ellos, algunos incluso con cierto toque comercial y profesional. Y ahí está ahora, coordinador de guiones del programa de Buenafuente.
En fin, chicos, que me permito robaros parte de vuestro éxito para alimentar mis añoranzas, con la esperanza de que estos ataques de nostalgia no acaben alimentando también el cuarto oscuro de las frustraciones.
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