15 de octubre de 2007

JESSICA


Lo he intentado. Lo juro que lo he intentado. He demorado escribir. He leído el periódico, tonteando con insustanciales noticias, tentado he estado incluso de escribir sobre la payasada de Aló presidente. Y no he podido. Una y otra vez, a jirones crueles, se me presentaba un nombre pidiendo paso. Ni la concía y lo que es peor, jamás podré conocerla, pero ahí estaba su nombre, exigiendo que hincara la rodilla ante la evidencia. He luchado, de verdad, porque desde que soy padre la muerte de un hijo me hiela la sangre de tal modo que me tortura solo pensarlo. Y lo intento, intento que estas noticias se me escurran por la rutina y la cotidianidad sin empaparme, porque sé que esa humedad me dura, y logra de salga una herrumbre en el corazón que cuesta mucho eliminar. He pasado una y otra página con miedo, como quien levanta una piedra en el campo temeroso de encontrar un escorpión a su cobijo. Página 14, sección de sociedad, ahí estaba la foto que ha derrumbado tantas precauciones, tantos remilgos: los padres de Jessica, la niña que este fin de semana muriera en un albergue, abrazan a una de las amigas de su hija. En la foto los padres mantienen una entereza sobrehumana mientras consuelan a la niña, a la que se le sale el dolor por su desconsolada boca, por sus infantiles ojos, que intenta tapar mientras se deja abrazar, como en ese juego infantil que hemos hecho todos, si no vemos quizá no nos vean, si no sabemos quizá algunas cosas no ocurran. Pero ha ocurrido. No voy a hablar de tantos errores en una historia tan increible como cruel, porque no puedo, solo puedo ver esa foto y me mimetizo y me imagino abrazando e intentando consolor a un amigo de mi hijo, y de verdad, que no puedo, que siento mareos, nauseas, y algo se me derrumba por dentro. Intento pasar la página y tampoco puedo, su liviano peso se ha tornado titánico, es un bucle de tristeza del que supongo que tardaré horas en salir, pero ¿ellos?, ¿qué tardarán ellos en encontrar una salida?.

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