9 de octubre de 2007

LA NIÑA BLANCA


Una niña de cuatro años tuvo que hacer una especie de presentación en el colegio. Ella debía definirse ante sus compañeros, decir su nombre, dónde vive. Ni corta ni perezosa dijo algo así como que era una niña blanca que vivía en una casa con muchas fotos. Y es verdad. Las dos cosas son verdad. Es una preciosa niña blanca y su casa está llena de fotos. Va a un colegio público de un barrio del sur de Madrid, un colegio en el que la ascendencia española no es preponderante, sino una más, donde el blanco es un color, no la ausencia de. Esa frase tan aparentemente segregacionista, desde mi forma de ver la vida no lo es en absoluto. Al contrario, es de un integracionismo simple y llano, infantil y sano, que da envidia. Ella no era ni más ni menos que el niño moreno y gitano, o la niña sudamericana y oscura, o el africano negro como el carbón. Era blanca porque ellos eran de otros colores. No hay maldad en su planteamiento y ahora que entre aquellos que buscamos el equilibrio hay una especie de sectarismo de lo políticamente correcto, hablar de blancos, negros o amarillos con tanta naturalidad es todo un estímulo. Sí, porque yo soy blanco porque tu eres negro, igual que tu chaqueta es verde y la mía azul. Esa religión de la que hablo nos obliga a utilizar eufemismos que no hacen más que distorsionar una realidad y juegan muy poco a favor de la normalidad, que es lo que se busca. Pasa algo parecido con la orientación sexual de las personas (normalmente famosas, que son las que trascienden a nivel colectivo). Parece un acto de normalidad (y de valentía, sobre todo en algunos casos) que un homosexual (ya sea gay o lesbiana) salga del armario y admita públicamente su sexualidad. He elegido estas palabras con toda la intención. ¿Por qué ha de admitir nada?, ¿yo voy diciendo al mundo que soy heterosexual?, ¿qué clase de obligación hay en reconocerlo para intentar luchar por la igualdad, para ser valiente?. No, la verdadera igualdad vendrá cuando a nadie le importe tu orientación sexual salvo que quiera irse contigo a la cama. Entonces una niña irá al colegio, dirá que tiene dos madres o dos padres y los niños no se llevarán la mano a la boca para tapar sus risitas.
En fin, que ya sea dentro o fuera del armario, nos queda un largo camino, y yo, un hombre blanco heterosexual, tengo bastante ilusión en que el que recorra mi hijo tenga muchas menos zarzas, zanjas, charcos y fango que el que me ha tocado andar a mi.

2 comentarios:

Ángela dijo...

Total y absolutamente de acuerdo contigo. El dato boigráfico más importante es ser persona digna; lo demás son accesorios accidentales.

Anónimo dijo...

Algún día alguien podría decir, soy humana,racional y sensible; de esa especie de humanidad que se encuentra en extinción...?

esperemos que no!