Se ha armado la marimorena (que no sé muy bien que es, pero se me ha entendido). La grabación de seguridad de un tren catalán ha mostrado la agresión de un descerebrado a una pobre muchacha que tuvo la mala suerte de combinar dos elementos enórmemente ofensivos: estar ahí y ser extranjera. ¿De verdad es para tanto?. Me explico, parece como si la sociedad, que se ha levantado en tinta y palabras, estuviera decidida a acabar con esta lacra, es más, es como si esto hubiera sido una inadmisible excepción. No, señores, esto pasa, vaya que si pasa, y mucho, más o menos grave, pero pasa. Lo malo es que no siempre hay una cámara para mostrárnolo y no siempre hay una "causa" clara en el racismo. Pero me parece bien, no soy de los que crean que tipos como estos gocen de las coordinaciones neuronales suficientes como para escuchar mensajes sutiles, pero tal vez el próximo que se quiera hacer el gracioso y el valiente se lo pensará dos veces. Ahora me gustaría que esta persona fuera conocida para siempre y que cuando fuera a buscar trabajo el entrevistador pudiera recordarlo, anda, pero si eres el de las patadas a la niña, el que iba borracho, mira, la puerta de salida es la cuarta a la izquierda. La verdad es que en esta historia hay muchas cosas que entristecen, pero quizá la que más es la abuela del desgraciado. Él miente diciendo que estaba borracho, que nunca ha tenido una actitud violenta o racista (segundos antes de bromear con agredir a un cámara), y uno piensa ¿para qué mentir?, todo el mundo lo ha visto, todo el mundo tiene su idea. Pues por ella, por su abuela, que le sigue creyendo.
Estas son las historias que te revuelven las tripas, pero por suerte, como por irónica contraprestación, en las mismas tierras y al mismo tiempo, un grupo de pasajeros se amotina en un tren por la actitud racista de un revisor que se empeña en pedirle el billete a un negro, solo a él, mientras el resto de pasajeros se hace la misma pregunta: ¿ y a mi por qué no?. Al final, el negro que, como dicen en la radio no lo era tanto, porque era médico y ya se sabe lo que aclaran la piel estas profesiones, se negó a entergar un billete que sí tenía a modo de protesta. El tren entero mostró su solidaridad y tuvo que venir la policía, a la que sí entregó el billete. Todos llegaron tarde al trabajo, pero lo hicieron orgullosos y felices. Y a ellos les doy las gracias por compensar de una forma tan rápida y eficaz el mal trago del subnormal de las patadas y el teléfono.
Estas son las historias que te revuelven las tripas, pero por suerte, como por irónica contraprestación, en las mismas tierras y al mismo tiempo, un grupo de pasajeros se amotina en un tren por la actitud racista de un revisor que se empeña en pedirle el billete a un negro, solo a él, mientras el resto de pasajeros se hace la misma pregunta: ¿ y a mi por qué no?. Al final, el negro que, como dicen en la radio no lo era tanto, porque era médico y ya se sabe lo que aclaran la piel estas profesiones, se negó a entergar un billete que sí tenía a modo de protesta. El tren entero mostró su solidaridad y tuvo que venir la policía, a la que sí entregó el billete. Todos llegaron tarde al trabajo, pero lo hicieron orgullosos y felices. Y a ellos les doy las gracias por compensar de una forma tan rápida y eficaz el mal trago del subnormal de las patadas y el teléfono.
No hay comentarios:
Publicar un comentario