10 de diciembre de 2008

UN BOFETÓN A TIEMPO


Evidentemente jamás le he puesto la mano encima a ninguno de mis hijos. Pero he de reconocer que el azote, que significa más de lo que representa a nivel físico (hay que entender un azote como una caricia que ha de acompañar uno con un gesto serio y una voz firme, no un golpe como tal) es un recurso para situaciones en las que necesitamos una respuesta inmediata. Cruzar una calle sin mirar, pegar a otro niño de forma violenta, son, quizá, los dos únicos ejemplos, anecdóticos, que recuerdo. Pero la violencia como tal, igual que he leído estos días a colación de la sentencia judicial de marras, sirve de poco más allá del impulso (y freno inicial). Es más, si lo que realmente nos interesa es la educación global de nuestros hijos, más allá de frenar su impulso, ese cachete, ese coscorrón, ese bofetón le está diciendo mira, chaval, en momentos de crisis, cuando uno tiene la autoridad, puede usar la violencia para convencer a los demás de que hagan algo o depongan su actitud. Esto que parece maniqueo y oportunista es cierto. Los niños son esponjas, y lo son en todo momento. Asusta ver como reproducen lo que ven en casa. Es algo agotador pensar en esto, y en el día a día caemos decenas de veces en la tentación de ser un ser humano más que un padre, pero no por ello es menos cierto. Somos el espejo de nuestros hijos, y eso va más allá de las reponsabilidades palpables y evidentes, tenemos que enseñarles con el ejemplo (basta con hacerles entender lo que hace un adulto frente a un niño en cosas como beber, fumar, conducir, etc) y la actitud como queremos que se comporten en la vida. Luego ellos harán lo que les de la gana, pero nuestra conciencia se quedará tranquila. Y, por lo que la vida me ha enseñado, con quince años no reconoceremos a nuestros hijos, pero con treinta nos reconoceremos nosotros mismos en ellos. Ahí es donde estará el fruto del ¿trabajo bien hecho?.

4 comentarios:

Dudu dijo...

Estoy totalmente de acuerdo que es nuestra obligación cumplir con el ejemplo. Resultaría incongruente decirle a tu hijo que no fume mientras tu te metes un paquete diario, por ejemplo.
Es cierto que yo también utilizo la fuerza en momentos determinados, para que no se hagan daño o con actitudes que no se pueden consentir. Pero tengo comprobado que el castigo o chantaje funcionan mucho mejor. Mismamente ayer noche en mitad de la cena se puso a jugar debajo de la mesa, 3 advertencias del padre, en la cuarta le tiré la comida que le quedaba a la basura dando por finalizada la cena... el yogurt se lo comió suave como la seda.

Elena dijo...

Tengo un amigo que dice que cuando su hijo tiene "otitis", le funciona de miedo OSTIALIDON de 500gr.....quiero decir, capones les hemos dado, el culete también se ha encontrado a veces con "los 5 lobitos de mamá", pero convertirte en OGRO por unos segundos, asusta tanto que no se necesita más. Hablamos pues de momentos precisos, actitudes determinadas. Ahora empiezo yo con los tonitos de voz de colegas de clase de 7 años, por supuesto con toque de atención y a veces coscorrón, porque si no lo hacemos, ellos piensan que aquello está bien y NO, no está bien. Con dos dedos de frente un adulto ve clara esa linea entre un toque (cachete o coscorrón) y una paliza...eso es otro cantar muy serio.

Anónimo dijo...

Esto que tú dices:

"ese bofetón le está diciendo mira, chaval, en momentos de crisis, cuando uno tiene la autoridad, puede usar la violencia para convencer a los demás de que hagan algo o depongan su actitud."


Es lo mismo que hacen los grandes gobiernos con sus ejércitos y con sus fuerzas de seguridad.

¿no crees?

Larrey dijo...

claro, precisamente por eso no me parece un buen mensaje, prefiero que crea (fíjate que pesimista estoy) que el diálogo es siempre una mejor alternativa.