24 de diciembre de 2008

ECHO DE MENOS

Abrir el ojo y no saber que hora es. Escuchar la lluvia fuera. Abrazarte a tu pareja y seguir durmiendo, o no. La lluvia arrecia, te armas de valor y te levantas. Sigue sin importarte que hora es. Paraguas, carrera y periódico. Vuelta a la cama. Desayuno, o no. Te abrazas a tu pareja. Fuera sigue lloviendo. No te importa que hora es, pero debe de ser tarde, tienes hambre. Cambias la horizontalidad por la verticalidad como requisito indispensable para abrir la nevera. Algo rápido (o no). El sofá y una manta. Fuera llueve, lo ves por los ventanales del salón. Te abrazas a tu pareja y duermes (o no). Pones la tele. Nada interesante, mejor, zapeas de un sitio a otro sin la más mínima prisa. Sigue lloviendo. Te abrazas a tu pareja, y duermes (o no). La televisión ronronea. ¿Que hora será?¿tienes hambre? Verticalidad forzosa prenevera de nuevo, cafelito caliente, algo dulce, vuelta al sofá, te abrazas a tu pareja manta mediante y duermes (o no). La noche llega y sobre la mesa están los restos de la comida, de la merienda, de la cena, la cama sin hacer y los pijamas sobre vuestros cuerpos (o no). Con un esfuerzo tremendo abandonas el sofá para llegar a la cama, te abrazas a tu pareja y duermes, o no...Sí, definitivamente lo echo de menos.

3 comentarios:

Dudu dijo...

Se me ponen los dientes largos de pensar en vivir un día sin prisas y sin reloj.

Caminante dijo...

¡Qué de abrazos! ¿o no?
PAQUITA

Anónimo dijo...

Eso sólo es factible cuando no se tienen hijos (pequeños)