No recuerdo la primera noche que me quedé con cualquiera de mis hijos. Es todo confuso, porque uno no sabe si es noche, día, todo está sumido en esa maravillosa bruma del cansancio y la emoción. Como primera vez con un bebé, en cambio, sí que recordamos la tarde con mi sobrina Lourdes. Ocurrió hace algunos años. Los padres iban a una boda. Vivían fuera de Madrid, así que tenerlos en casa fue una oportunidad. Era la primera nieta, la primera sobrina, así que hicimos la solicitud pertinente con los formularios adecuados y en el plazo previsto y nos aceptaron: ¡ íbamos a quedarnos con ella toda la tarde !. El fin de semana entero estaba condicionado por el evento. Aun vivíamos en casa de nuestros padres, pero como los míos iban también a esa boda, su casa pasó a ser el campamento base. Allí dejamos todo el material necesario, en perfecto estado de revista, en espera de la que, a partir de ahora, llamaremos Nº1. En el coche, perfectamente limpio e higienizado (no todos los días el bravito pasaba a ser el coche oficial de un bebé) acudimos a la iglesia, donde estaba previsto el intercambio. Allí estaba, preciosa la peque, tanto que imagino la novia no pudo evitar, por muy tía que fuera también, una punzada de celos. Los padres, que era también la primera vez que salían tras el nacimiento, nos dieron todas las indicaciones pertinentes, que nosotros intentemos memorizar, sí, biberón, sí, los gases, sí, el babero ¿qué ha dicho de la crema del culo?. Media hora después, con un sol primaveral de justicia, estábamos dispuestos a empezar la aventura. Primer paso: el carro. Para quien no es padre un carro es algo así como el cubo de rubbik hecho infancia. Más cruel aun, porque total, el cubo si no puedes con él lo dejas y punto, pero ¿cómo íbamos a dejar el carro en el parking de la iglesia?. Calculo que unos diez minutos después el carrito de los...¡ pañales ! estaba en el maletero. Nunca me molesté, orgulloso y hombre que es uno, en confirmar si lo había hecho bien. Entró ¿verdad?, salió ¿verdad?, pues listo. Me disponía a salir cuando Nº1, a la que también nos costó sentar en la silla, porque el abanico de cierres de sillita es interminable, que ya podría ser como el video: vhs o beta, narices...en fin, digo, que cuando íbamos a salir empezó a llorar. Pero no un llanto pucheril, no, no, un llanto tan desconsolado que pensábamos acabarían oyéndolo sus padres suspendiendo por completo la operación Vigilancia Nº1. Bueno, pues Nº1 que sale de la silla ¡ con lo que me había costado !. Tendrá un gas, tendrá un pedo, tendrá sueño. Pero ni pedos, ni eructos, ni sueño. Ella seguía con ese taladrante llanto. Probamos de todo hasta que a mi pareja se le ocurrió ¿y si tiene sed?. Madre mía, pobre Nº1, la teníamos seca, cogió el biberón y eso que no sabía, y empezó a chupar, que porque las paredes son de plástico duro que si no las hubiera aplastado. Después se durmió, claro, menudo cansancio tanto plañir. Llegamos con nº1 sin novedades al campamento base. El carro no entraba en casa, así que hube de desmontarlo de nuevo, demostrando que sin saber hacerlo uno es capaz de encontrar varias formas de no doblarlo del todo. Ahora tocaba la merienda, luego el pañal. Esa fue la gota que colmó el vaso. ¿Dónde?. En la cama. No, que me duele la espalda. Bueno, en el sofá, no que se nos cae. En la mesa. Sí, en la mesa, espera, sujeta. ¿El cambiador?. En el carro. ¿Las toallitas?. En la bolsa. ¿Los pañales?. En la silla. ¿La cremita?. En el neceser. ¿Y yo?, ¿yo que hago con esto?. Esto era nº1, a la que tenía sujeta, en pelotas, por las axilas. Nos miraba encantada de tanto trajín, insensible a los sudores. Suerte que la peque era (y es) más buena que un sol, y apenas si hizo otra cosa mientras nosotros, como si operáramos a corazón abierto (la pega por el otro lado, cuidado no se la pegues al culo) cambiábamos un simple pañal. Después ella se durmió y nosotros, sudorosos y sobreexcitados, nos dejamos caer en el sofá, para diez segundos después, quedarnos también dormidos preguntándonos si estábamos preparados para esto. Ahora ya sé que sí, gracias, Lourdes.
5 de diciembre de 2008
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4 comentarios:
JA,JA,JA!!! muy bueno!!!
Una de las mayores diferencias entre los padres y los que todavía no lo son es la capacidad de soportar el llanto. Me explico, los que no tienen hijos con 1 minuto de lloro están histéricos (eso me pasaba a mi), los padres tenemos una capacidad infinita hasta el punto de mantener conversaciones entre la pareja mientras el hijo llora.
Si, si señor, me ha alegrado el dia
Recuerdo aquel dia. Tendré que confesarlo.... Lourdes llevaba un micro incorporado, y por ello estabamos al tanto de toda vuestra "mision", para poder abordaros en cualquier momento de crisis.
Buen viernes a todos
Javi
Muy bueno, ¡q estrés por dios!... y sí es cierto lo que dice Dudú, ahora pueden estar ahí llorando o lo que sea que el chip interior de un padre activa el mecanismo de escucha dirigido hacia otro foco, y chico, como que insensibilizados. Recuerdo un día cuando tenía los 23?? que en una reunión de amigos donde solo había una niña, tuvieron que darme un gelocatil....¡¡no la aguantaba!! ... me dijeron que yo cambiaría, no la creí, y he de darles la razón. bss y buen finde.
El problema es que los bebés vienen sin manual de instrucciones. Las sillitas si lo traen, pero para lo que sirven...
Muy graciso el relato:-)))))
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