LA GUARIDA DEL VIENTO
Llega un instante en que el dolor nos puede
E, inermes, decidimos
Pasar página.
Pero ocurre
Que, a veces,
Llevamos ya el dolor tan hondo en las pupilas
Que, página tras página, de nuevo
Se graba en el papel con nuestras lágrimas.
Y, entonces, resolvemos
¡ARRANCARLAS!
Y el viento las arrastra hacia el ocaso
Teñidas con el llanto inconsolable
Que, rojo, coagulado y sin aliento,
Agónicas derramanNuestras alas.
3 comentarios:
Larrey, me quito el sombrero y el peluquín ante este hermoso poema.
Pero ocurre
que ni de coña
quiero arrancarme las lágrimas.
Pues sin ellas
ya no sería yo.
Y tampoco
deseo darle al ocaso ese gustazo.
Larrey, yo no mezclaría "lágrimas" con "llanto": suena redundante, si me permites la bienintencionada observación.
Muchas gracias por el piropo y por el consejo, que espero le llegue al autor, porque esta sección sabadeña es obra y gracia del insigne Rafael León, nuestro poeta de guardia y colaborador del blog. Por mi parte soy poco dado a la poesía, es más la prosa lo mío. Veo que tú a los pareados le das con acierto ¿o me equivoco?
Gracias, ambrotos. Y tienes razón; cuando nos arrancamos un sentimiento y su expresión, ya sean lágrimas o sonrisas, dejamos de ser nosotros.
Y eso tiene que ver mucho con tu observación, pues ese "llanto inconsolable" "rojo, coagulado..." se establece como metáfora que para nada se refiere ya a las lágrimas, sino a esa herida, a esa pequeña o gran muerte que se produce en nuestro yo, precisamente, cuando arrancamos -o queremos hacerlo sin lograrlo- alguno de esos sentimientos.
Un abrazo.
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