21 de diciembre de 2008

POR AMOR:


Lo hizo por amor. Por locura. Por sumisión. Cualquier combinación de esas tres palabras sería acertada. Habían tonteado con la idea, como adolescentes discotequeros habían jugueteado, pero poco más. Después pasaron a ser una pareja formal y el sexo, que era bueno, claro, pasó a ser cosa de dos. Fue él quien más insistió, por eso lo de hacerlo por amor. Mira, le enseñaba páginas de internet en las que parejas mostraban sus fotos. Se hacían algunas e incluso llegaron a tener algunas sesiones de sexo por Internet con otras parejas de curiosos. Era todo excitante, pero distante, artificial. Hoy quiero llevarte a un sitio especial. Dúchate y ponte ropa bonita por dentro y por fuera, y no olvides esta máscara. Solo escuchar esas sencillas palabras hicieron que se pusiera en tensión. Pero ¿cómo negarse?, estaba tan ilusionado, tan excitado, que no hizo preguntas. Se puso ropa tan sugerente por dentro y por fuera que tuvieron que controlarse para no desnudarse mutuamente según terminó la ropa de colocarse sobre sus excitados cuerpos. Sé valiente, vas a disfrutar y me vas a hacer feliz. Eso me basta, respondió, intentando esconder su creciente excitación, esa que iba robándole protagonismo a los nervios y la tensión. En el corto trayecto del taxi ya comprendió que la cosa iba definitivamente en serio. Le vendó los ojos y a los cinco minutos tenía la polla de su marido en la mano. El corazón iba más rápido que sus dedos. Era una sensación de desconcierto muy agradable. Llegaron al local y les recibió una joven mulata que besó en los labios a su marido, muy afablemente, y después a ella, que se dejó hacer cuando la lengua de la hermosa mujer invitaba a abrir la boca. Tanta adrenalina era una verdadera droga, y pareciera que todo ocurriera a cámara lenta. Dentro del local la música era suave, igual que la luz, juguetona, creando espacios para la intimidad. Los cuerpos, ligeros de ropa y para todos los gustos, se entrecruzaban. Sobre una mesa, que hacía las veces de improvisado escenario, una mujer era amada por no menos de media docena de hombres. Sobre los sofás y cojines contiguos más parejas, tríos y hasta cuartetos, se entregaban sin aparente prisa. Un hombre alto miró a su marido, encontró una sonrisa y la invitó a un sofá. Su marido se sentó enfrente con una sincera sonrisa. Aquel hombre comenzó a besarla. No se dejaba llevar del todo, con un ojo entreabierto buscaba las reacciones de su marido, que ni corto ni perezoso se había sacado la polla para comenzar a masturbarse. El desconocido amante no perdía el tiempo, en menos de dos minutos ya había reconocido prácticamente todo su cuerpo, primero con las manos y después con la boca, una lengua que, como exploradora sedienta, se fue abriendo camino hasta que entró en su sexo que sin saber como, había perdido toda tiranía de ropa. Su marido se acercó entonces llevándole la polla a la boca. Se sintió definitivamente loca de tensión y deseo. Una mujer se acercó para besarse con él. Sintió un pequeño instante de celos, pero una caricia y una sonrisa y fue el delirio del sexo el que retomó el control. Sintió un orgasmo en la boca de aquel hombre, que se limitó a levantarse, sonreír, besarla en los labios y desaparecer en la oscuridad sugerente. La mujer que besaba a su marido no había venido sola, dos hombres la acompañaban, hombres que comenzaron a acariciarla. Era parte de un cortejo, porque les invitaron a una sala privada, compuesta de cuatro paredes reducidas y muchos cojines. Allí los cuerpos se entrecruzaban sin control alguno. Ahora una polla que comer, un culo que penetrar con la lengua, un coño que ofrecer a unos labios femeninos, o unos impresionantes pechos firmes y operados que saborear con hambre recién aprendida. No fue capaz de contar sus propios orgasmos, ni si fueron pollas o lenguas quienes se los regalaban. Varias pollas descargaron su calor en la espalda, en los muslos y hasta en el rostro. Incluso unos labios masculinos saborearon sobre ellos su propia eyaculación. Fue todo tan mágico, tan excitante, tan maravilloso que cuando se despertaron, ya en casa, estuvo tentada de pensar que había sido un sueño, pero un cuerpo de mujer, hermoso, dormido en la hasta entonces cama de matrimonio, le evidenció que había sido tan real como el cuerpo al que ahora se abrazaba. Sumida en aquellas curvas de mujer sintió que su vida jamás volvería a ser la misma.

2 comentarios:

Caracola Light dijo...

Se me ha puesto mla polla dura. Me encanta el nombre del blog. "El trastero de la imaginación"

Larrey dijo...

pues como escritor lo de tu polla me parece de los mejores elogios que me han dado.