Velada poética
Cuando al fin terminó de declamar,
Con su voz de fumadora empedernida,
Aquellos sus más que insulsos
Y, sin duda, horripilantes serventesios,
Sin apartar de sus ojos ni por un instante la mirada
Le dije con la suavidad propia de un cordero,
Meloso y suplicante:
- Lo cierto es que me parecieron magníficos,
Aunque creo que ya
Para que me terminasen de resultar geniales
Deberías dejar que te lamiese las rodillas.
- ¿Las rodillas? –inquirió, inocente y coqueta,
Mientras se iba dando media vuelta para tratar de ocultar en vano
Que estaba comenzando a ruborizarse.
- Sí –respondí, en tanto que rozaba con las yemas de los ojos
Los aromas hechiceros de su espalda,
Denso incienso de melocotón y almíbar-,
Sería, más que nada,
Por comenzar de un modo original y extravagante,
Antes de pasar a introducirnos de lleno
En el monótono y excitante vaivén
De los cauces secularmente establecidos.
Aunque, en cualquier caso,
¡Siempre podríamos acabar improvisando!
¿No te había dicho nunca que tienes las rodillas más bonitas que he visto en mi vida?
Entonces, sin mediar otra palabra,
Con medida violencia me bajó la cremallera
Y ya no paramos de follar
En toda la noche.
Desbordados.
Como animales.
¡Excelsa y bendita poesía de temblores y alaridos
Como tibios versos de rimas asonantes!
Y, aunque aún no me encuentre <
Cuando al fin terminó de declamar,
Con su voz de fumadora empedernida,
Aquellos sus más que insulsos
Y, sin duda, horripilantes serventesios,
Sin apartar de sus ojos ni por un instante la mirada
Le dije con la suavidad propia de un cordero,
Meloso y suplicante:
- Lo cierto es que me parecieron magníficos,
Aunque creo que ya
Para que me terminasen de resultar geniales
Deberías dejar que te lamiese las rodillas.
- ¿Las rodillas? –inquirió, inocente y coqueta,
Mientras se iba dando media vuelta para tratar de ocultar en vano
Que estaba comenzando a ruborizarse.
- Sí –respondí, en tanto que rozaba con las yemas de los ojos
Los aromas hechiceros de su espalda,
Denso incienso de melocotón y almíbar-,
Sería, más que nada,
Por comenzar de un modo original y extravagante,
Antes de pasar a introducirnos de lleno
En el monótono y excitante vaivén
De los cauces secularmente establecidos.
Aunque, en cualquier caso,
¡Siempre podríamos acabar improvisando!
¿No te había dicho nunca que tienes las rodillas más bonitas que he visto en mi vida?
Entonces, sin mediar otra palabra,
Con medida violencia me bajó la cremallera
Y ya no paramos de follar
En toda la noche.
Desbordados.
Como animales.
¡Excelsa y bendita poesía de temblores y alaridos
Como tibios versos de rimas asonantes!
Y, aunque aún no me encuentre <
Totalmente recuperado,
Ávido espero a que caiga la noche
Para rogarle que me recite sus hermosos romances
Mientras yo voy mordisqueando suavemente
La dulce erección de sus pezones.
Ávido espero a que caiga la noche
Para rogarle que me recite sus hermosos romances
Mientras yo voy mordisqueando suavemente
La dulce erección de sus pezones.
1 comentario:
Ja! éste está repe. Es el mismo del sábado anterior.
Bueno, respecto al modo de leer poesía, creo que no hay una fórmula universal. Tampoco con la narrativa, por ejemplo hay quien lee siempre primero el final, aunque no es recomendable, pienso. con la poesía no pasa lo mismo, cada poema, habitualmente, es un cuerpo en si mismo y puede tener una lectura independiente, por lo que no es necesario ir discurriendo por un poemario de principio a fin. Yo suelo hacerlo de esa forma, de principio a fin, aunque no siempre. Después, ya en las relecturas, busco los poemas que más me impactaron o abro el libro al azar.
Abrazos.
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