Como decíamos ayer...
¿Cuando nos dejamos de poner una prenda?. Porque esto de estar a la moda te obliga a reponer tu vestuario con cierta asiduidad. Y no es malo, o no es lo único malo. Para mí lo peor es la pérdida de vigencia de las prendas. Por eso me gustan tanto las que son neutras, las que están por encima de las modas (algunos vaqueros, por ejemplo) que no te generan esa tensión de saberte o no en la onda. ¿Qué nos ha hecho el pantalón de campana para que al comprarnos uno de pitillo no podamos llevarlo ya?. Es que es un estrés, no me digáis. Y si eres un poco remolón en las compras, parecerás Romay (el jugador de baloncesto) en los partidos locos, que cuando él lograba bajar a defender sus compañeros ya habían recuperado el balón y montaban un contraataque y a la inversa, siempre corriendo a contracorriente. Y para un adicto a la moda llevar una prenda atrasada es la peor de las ofensas. Probadlo, probadlo, veréis como salta como un resorte con lo de si eso ya no se lleva. Sí, sí que se lleva, ¿es que no lo ves?, lo estoy llevando yo. Y como no me compro la ropa y para mí no dejan de estar de moda, tengo que seguir las directrices de mi pareja, que me va dirigiendo en este asunto. Esta camisa ya no te la puedes poner. Como me conoce va disfrazando el asunto con otras cuestiones, ¿no ves lo desgastado que tiene el cuello?. Y es verdad que la camisa pasa a la parte más oscura del armario, aquella que debe tener Orcos y Hobbits por los rincones, y si sale es porque el ciclo lavadora-plancha se ha frenado en seco y o esa u otra vez el pijama. No voy a menospreciar a la gente que va a la moda, cada uno es muy libre de tiranizarse con lo que quiera, que los demás tenemos las nuestras. Sobre todo porque yo también sufrí algo parecido. Nuestra madre nos hacía mucha ropa, era ropa, por tanto, original, única, algo que ahora para mí no tendría precio (en esto en otros órdenes de la vida). En cambio, nosotros, miedoso que es el adolescente a ser diferente, a ser mirado mal por la trituradora social que es el patio de un instituto, queríamos que aquella ropa fuera de marca. Y la falsificábamos, mi madre cosía logos y nuestra ropa pasaba así al anonimato. Bueno, pasaba al anonimato hasta que algún sabiondo graciosillo te empezaba con el el jersey no tienen el cocodrilo pequeño de los polos, ¿dónde te lo has comprado?. Ahora me encantaría tener esa ropa, diseñarla yo mismo, tener mi propia marca, porque al contario de la adolescencia, ahora me gusta sentirme distinto. Bueno, he de reconocer que llegó un momento en la adolescencia que pasé del miedo a lo distinto al gusto por lo diferente. En el vestir, en la música, en lo que leía, en lo que hacía...
¿Cuando nos dejamos de poner una prenda?. Porque esto de estar a la moda te obliga a reponer tu vestuario con cierta asiduidad. Y no es malo, o no es lo único malo. Para mí lo peor es la pérdida de vigencia de las prendas. Por eso me gustan tanto las que son neutras, las que están por encima de las modas (algunos vaqueros, por ejemplo) que no te generan esa tensión de saberte o no en la onda. ¿Qué nos ha hecho el pantalón de campana para que al comprarnos uno de pitillo no podamos llevarlo ya?. Es que es un estrés, no me digáis. Y si eres un poco remolón en las compras, parecerás Romay (el jugador de baloncesto) en los partidos locos, que cuando él lograba bajar a defender sus compañeros ya habían recuperado el balón y montaban un contraataque y a la inversa, siempre corriendo a contracorriente. Y para un adicto a la moda llevar una prenda atrasada es la peor de las ofensas. Probadlo, probadlo, veréis como salta como un resorte con lo de si eso ya no se lleva. Sí, sí que se lleva, ¿es que no lo ves?, lo estoy llevando yo. Y como no me compro la ropa y para mí no dejan de estar de moda, tengo que seguir las directrices de mi pareja, que me va dirigiendo en este asunto. Esta camisa ya no te la puedes poner. Como me conoce va disfrazando el asunto con otras cuestiones, ¿no ves lo desgastado que tiene el cuello?. Y es verdad que la camisa pasa a la parte más oscura del armario, aquella que debe tener Orcos y Hobbits por los rincones, y si sale es porque el ciclo lavadora-plancha se ha frenado en seco y o esa u otra vez el pijama. No voy a menospreciar a la gente que va a la moda, cada uno es muy libre de tiranizarse con lo que quiera, que los demás tenemos las nuestras. Sobre todo porque yo también sufrí algo parecido. Nuestra madre nos hacía mucha ropa, era ropa, por tanto, original, única, algo que ahora para mí no tendría precio (en esto en otros órdenes de la vida). En cambio, nosotros, miedoso que es el adolescente a ser diferente, a ser mirado mal por la trituradora social que es el patio de un instituto, queríamos que aquella ropa fuera de marca. Y la falsificábamos, mi madre cosía logos y nuestra ropa pasaba así al anonimato. Bueno, pasaba al anonimato hasta que algún sabiondo graciosillo te empezaba con el el jersey no tienen el cocodrilo pequeño de los polos, ¿dónde te lo has comprado?. Ahora me encantaría tener esa ropa, diseñarla yo mismo, tener mi propia marca, porque al contario de la adolescencia, ahora me gusta sentirme distinto. Bueno, he de reconocer que llegó un momento en la adolescencia que pasé del miedo a lo distinto al gusto por lo diferente. En el vestir, en la música, en lo que leía, en lo que hacía...
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