5 de abril de 2008


Dogma
Yo, que mis salmos alzara a tu paso
Y comulgara en la luz de tu risa,
Peno entre sombras ignotos pecados
Y entono cantos de amarga ceniza.
Yo que buscase al albor de tus ojos,
Faro, cobijo, camino y destino,
Hoy sin mirada e hincado de hinojos
En mis rüinas blasfemo perdido.
Y ante el altar carcomido del templo,
Ya sin abrigo de culto ni tiempo,
Me aferro a la improbable apostasía
De la desmemoria.
Pero el recuerdo
De viejas liturgias sopla en el viento,
Dispersando mis ansias de herejía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No conozco una experiencia más religiosa que la que brota cuando unos ojos y otros comparten una mirada, ni algo que “re-ligue” más que el amor, por lo que de su culto no quiero apostatar.

Un abrazo