No hay forma. Ayer era un capítulo de Anatomía de Grey, un padre en apuros decide traficar con drogas para poder salir adelante, tiene un pequeño laboratorio en su casa, en una habitación. Pero al final el niño, aunque no estaba dentro de esa habitación, inhala los humos y es un pequeño yonki con síndrome de abstinencia. La desesperación del padre (bien narrada y bien interpretada), su sentimiento de culpa, sus acciones alocadas para intentar salvar a su hijo, me llegaron al alma. Tuve que dejar de verlo, soy incapaz de afrontar el sufrimiento de un padre y sobre todo de los niños, en la ficción. Cuando ocurre en la realidad es todavía peor. Me ocurre con los padres de la niña de seis años atropellada en una visita escolar esta semana en Ávila, o con los padres de Mariluz Cortés, desaparecida en Huelva, o aquellos que acompañaron a sus hijos a declarar por intento de secuestro. ¿Qué clase de vida llevaran esos padres?. ¿Cómo puedes dormir sabiendo que han intentado secuestrar a tu hijo?. Si me ocurriera a mi me da la impresión de que en la universidad le preguntarían a mi hijo ¿quien es ese tipo que todos los días te deja en la puerta y luego te espera?. Nada, mi padre, que no se fía. No puedo imaginarme esa angustia. Supongo que todo se supera, que encuentras las herramientas para encontrar rescoldos para el frío helador del miedo, pero a priori no sé como pueden hacerlo. Para ellos todo mi ánimo, todo mi cariño y que salgan pronto de ese pozo profundo y oscuro.
17 de enero de 2008
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1 comentario:
La conmonción en Huelva, por el caso de Mari Luz, es generalizada. La familia, destrozada, y la ciudad con el miedo metido hasta los huesos. Es lamentable que sucedan cosas así, más cuando se trata de niños.
Abrazo triste.
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