Era un seis de enero de mil noveciento noventa y uno. Estaba apoyado en un coche con mis amigos, en los aledaños del garito de moda en el barrio. Y la vi venir. Su pelo rizado jugueteando con el rostro, ese andar tímido y sugerente. Llevaba semanas loco con esos ojos color aceituna que se me había clavado en el alma. Me saludó con los dos besos de rigor. Cuando me rozaron sus labIos sentí una descarga eléctrica que me obligó a fingir una sonrisa de ligón profesional y a volver recostar mi desconcertado cuerpo adolescente contra la chapa del coche. ¿Sabes una cosa?, me dijo, he soñado contigo. Había soñado que moría en sus brazos en una guerra y que sintió tanta pena que necesitaba verme para saber que estaba bien. No hablamos mucho más porque sus amigas esperaban para entrar en el local. Me dejó tocado, es como si un naúfrago divisara desde la arena de su playa desierta el mástil de un barco. Mi barco era ella y el mástil aquel misterioso sueño que me había trasladado al mundo de sus preocupaciones. Abandoné a mis amigos, que no entendían que el mayor ligón de todos estuviera tocado por una niña de apenas 16 años. Y esperé, esperé en un pequeño murete frente a la puerta del pub. Entonces la vi salir y el mundo entero a nuestro alrededor desapareció. Escuchaba mis propios latidos mientras ella caminaba con la dulzura de siglos en cada paso. Sonreímos sin decir palabra. Lo habíamos dicho todo, yo esperando horas en la puerta, ella saliendo sola, intuyendo que algo la esperaba fuera. Un mechón de pelo y el viento se aliaron conmigo. Siento envidia de este mechón, le dije mientras lo apartaba con toda la dulzura que mis dedos pudieron concentrar en ese instante, él está mucho más cerca de tus labios que yo. Y ella se acercó para que pudieramos solucionarlo. Es el beso más hermoso y arrebatador que he dado jamás. Aquellos labios tatuaron para siempre un camino en los míos. Un camino que cuando se sienten tristes, perdidos o con miedo buscan para encontrar la paz que encontraron en aquella noche. No sé el tiempo que estuvimos en aquel primer beso, ese beso que hace 17 años nos cambió la vida sin saberlo. Pero para mí fueron los minutos más intensos de mi vida.
Cuando la dejé en casa, después un un viacrucis de besos y abrazos, ninguno de los dos sentimos que estábamos emepezando la historia de nuestras vida, pero algo debieron intuir nuestros ojos cuando remolones se negaban a separarse, igual que nuestros labios.
Han pasado 17 años, hoy justo, a las diez de la noche habrán pasado 17 años, que no son nada, proque cada día la adoro más. Son 17 años en los que no he dejado de buscar al fabricante de sueños, para darle las gracias, porque sin saberlo, hizo el mejor guión de todos, el sueño que juntó nuestras vidas para siempre.
Cuando la dejé en casa, después un un viacrucis de besos y abrazos, ninguno de los dos sentimos que estábamos emepezando la historia de nuestras vida, pero algo debieron intuir nuestros ojos cuando remolones se negaban a separarse, igual que nuestros labios.
Han pasado 17 años, hoy justo, a las diez de la noche habrán pasado 17 años, que no son nada, proque cada día la adoro más. Son 17 años en los que no he dejado de buscar al fabricante de sueños, para darle las gracias, porque sin saberlo, hizo el mejor guión de todos, el sueño que juntó nuestras vidas para siempre.
4 comentarios:
Qué bonito es el amor, ¿no?. Enhorabuena por esos 17 años y por tus -en breve- 20000 visitas.
Jose Luis.
PUES GRACIAS POR LAS DOS COSAS
Enhorabuena a los dos.
Abrazos.
Enhorabuena a Larry y lo siento por ella, cayó en tus garras!!!
ja,ja,ja,
17 años?? me parece que fue ayer.
Besitos
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