He comenzado una búsqueda y captura del insensible a nivel anímico familiar. Este correo nace, en el fondo, con una vocación de servicio. ¿Dónde estás?. Esa es la pregunta. No cesaré en mi empeño hasta que encuentre al desalmado que lo hizo, a la persona, hombre o mujer, que ha jugado con mis sentimientos y con mis recuerdos de esta forma tan descarnada, irónica y anónima.
Voy a poneros en precedentes. Tengo muchas frustraciones, entendiendo como frustraciones todo aquello que no logré hacer en su momento y ahora es casi imposible que lo haga o ya no es apropiado. Ya hemos hablado de ello y siempre pongo el mismo ejemplo: no haber visto a los Beatles en directo. Pues otra de esas frustraciones es le endemoniado cubo de rubik. Ya podía el dichoso profesor húngaro haber inventado otro artilugio. El caso es que nunca lo completé, y no negaré que le dediqué un tiempo considerable. Una vez logré, y lo viví como si hubiera ganado al más puro estilo Nadal el Wimbledon al Federer, completar tres caras. Sé que fue pura casualidad, arimética, física y matemáticas aliadas con un rúbiko perdedor, pero es la primera vez que lo reconozco en mi vida. Y me váis a entender, para el capitán del equipo de futbol, de baloncesto, de atletismo del cole, para el que ostentaba el record en velocidad, en salto de altura y en el rescate más largo de la historia, reconocer que día a día le vencía un dichoso cubo de colorines no era fácil.
Después, para mi fortuna, aquel desdichado juguete desapareció de nuestras modas y de nuestras vidas. Hasta hace no mucho, que en una tienda de chinos (un todo a cien que más tiene de todo que de cien) encontré un por tres míseros euros. Ahí estaba, en el roñoso estante, junto a un juego de palitas de playa y un kit de policía de plástico, retándome, llamándome desde lo más oscuro de mis frustraciones. Disfracé la compra por una necesidad de un juguete así de mi hijo (¡ de tres años !) y me lo llevé a casa. Llevo la vida que llevo, así que no he podido dedicarle mucho tiempo. Ahí estaba, apenas toqueteado, en en estante.
Y vamos, por fin, después de este interminable preámbulo, a los hechos. El día de nacimiento de mi segundo hijo había en casa en torno a las treinta personas. Ese fin de semana pudieron pasar por ella fácil unas 50. Cuando volvimos con el nuevo heredero en brazos, cuando nos resituamos, ahí estaba. Insensible como siempre, la cara roja completa, la azul, ¡ la verde !, ¡¡ la amarilla !!. ¡¡¡ Alguien había completado las caras y lo había dejado allí !!!. Hablé con los canarios, los invitados. Ellos no habían sido, con algunos amigos, nada, no aparece el culpable.
Y en eso estoy, si has sido tú, si tú eres el desalmado que ha dejado esa evidencia en mi propia casa, si conoces mis más profundos secretos y esto para tí ha sido un juego, ¡ sal a la luz !, ¡ da la cara !. Y ya de paso me enseñas como cojones se hace ese dichoso cubo...
Voy a poneros en precedentes. Tengo muchas frustraciones, entendiendo como frustraciones todo aquello que no logré hacer en su momento y ahora es casi imposible que lo haga o ya no es apropiado. Ya hemos hablado de ello y siempre pongo el mismo ejemplo: no haber visto a los Beatles en directo. Pues otra de esas frustraciones es le endemoniado cubo de rubik. Ya podía el dichoso profesor húngaro haber inventado otro artilugio. El caso es que nunca lo completé, y no negaré que le dediqué un tiempo considerable. Una vez logré, y lo viví como si hubiera ganado al más puro estilo Nadal el Wimbledon al Federer, completar tres caras. Sé que fue pura casualidad, arimética, física y matemáticas aliadas con un rúbiko perdedor, pero es la primera vez que lo reconozco en mi vida. Y me váis a entender, para el capitán del equipo de futbol, de baloncesto, de atletismo del cole, para el que ostentaba el record en velocidad, en salto de altura y en el rescate más largo de la historia, reconocer que día a día le vencía un dichoso cubo de colorines no era fácil.
Después, para mi fortuna, aquel desdichado juguete desapareció de nuestras modas y de nuestras vidas. Hasta hace no mucho, que en una tienda de chinos (un todo a cien que más tiene de todo que de cien) encontré un por tres míseros euros. Ahí estaba, en el roñoso estante, junto a un juego de palitas de playa y un kit de policía de plástico, retándome, llamándome desde lo más oscuro de mis frustraciones. Disfracé la compra por una necesidad de un juguete así de mi hijo (¡ de tres años !) y me lo llevé a casa. Llevo la vida que llevo, así que no he podido dedicarle mucho tiempo. Ahí estaba, apenas toqueteado, en en estante.
Y vamos, por fin, después de este interminable preámbulo, a los hechos. El día de nacimiento de mi segundo hijo había en casa en torno a las treinta personas. Ese fin de semana pudieron pasar por ella fácil unas 50. Cuando volvimos con el nuevo heredero en brazos, cuando nos resituamos, ahí estaba. Insensible como siempre, la cara roja completa, la azul, ¡ la verde !, ¡¡ la amarilla !!. ¡¡¡ Alguien había completado las caras y lo había dejado allí !!!. Hablé con los canarios, los invitados. Ellos no habían sido, con algunos amigos, nada, no aparece el culpable.
Y en eso estoy, si has sido tú, si tú eres el desalmado que ha dejado esa evidencia en mi propia casa, si conoces mis más profundos secretos y esto para tí ha sido un juego, ¡ sal a la luz !, ¡ da la cara !. Y ya de paso me enseñas como cojones se hace ese dichoso cubo...
2 comentarios:
Viendo la enorme frustración que de asola (si te sirve de consuelo yo nunca lo llegué tampoco a completar) he decidido investigar por mi cuenta. Tras largas y complejas pesquisas creo que estoy sobre la pista correcta. El tipo que osó completar la ordenación de tan desagradable artilugio (para mí lo era, sin duda) responde al nombre de Larrey. En la noche, preso de pesadillas horribles multicolores -verdes, rojas, azules y amarillas- se incorporó de la cama sonámbulo sólo movido por su obsesión, con los párpados totalmente pegados lo tomó entre sus manos y en 7 segundos y 23 centésimas (ni el Ben Jonhson aquel) logró completarlo. Ahora ¡¡¡SE BUSCA!!!, dormido u despierto.
Jajajajajaja.
Abrazos.
Ps. Correcta interpretación, también se puede gritar de alegría, eso somos gritos de tristeza y de júbilo que se van alternando.
Yo no hice el de tu casa, pero sí lo hacía cuando era pequeña, no era record-woman pero lo hacía, ¡se me daba bien! lo siento Larrey. De todas maneras intenté recordarlo con el de mi sobrino el otro día y "me sonaban" muchas figuras necesarias en el camino al cubo final, las primeras y sencillas me salía pero las últimas ya no.... ahora es él al que le sale con rapidez asombrosa de 15 años.
un beso.
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