24 de julio de 2008

CICLISMO

¿Qué me pasa con este deporte?. Mi olimpo de los dioses deportivos está preñado de sus hazañas. Arroyo, Perico o Indurain (madre, el Miguelón) son parte de mi infancia, como el chapoteo en la playa, las tardes interminables de verano en el barrio, el patio del colegio o los primeros escotes furtivos. Recuerdo salir de clase y correr hacia casa para poder ver el final de la etapa. Las siestas ya no eran siestas si Perico se la jugaba en el Alpe D´Huez. La de horas que le habré regalado a Indurain hasta verle ganar sus cinco Tours, como cinco soles. Y ahora, cuando vuelvo a casa del trabajo, si están con la etapa, cambio de emisora y ponga música. Hay un español líder después de una etapa que intuyo apasionante y los últimos Tours han sido nuestros, pero...Sería fácil caer en la tentación y pensar que es la madurez, la falta de tiempo y todo eso de lo que hablamos tanto en este blog. Pero no, creo que hay algo más, hay implícito un rechazo que no racionalizo. Sé que la sombra del doping tiene algo que ver, pero es que tampoco censuro esta práctica. Creo que subirse a una bicicleta y hacer 250 kilómetros entre peñotes durante dos semanas seguidas es ya una locura para el cuerpo y supongo que para la mente, así que buscar ayuda adicional en las frascos de un laboratorio me parece una tentación demasiado lógica. Que sí, que es hacer trampa, todo lo que queráis, pero aquí, de verdad, siendo sinceros, dejándonos de medias tintas y de formulismos y educaciones, lo que se castiga es ser pillado. Si no te pillan, si te drogas como un yonki del tubular y nadie se entera jamás pasarás a la historia y listo. Ahora, si te pillan, pagarás por las sospechas de todos los demás. Todo esto lo tengo claro, tengo claro que no quiero demonizar a nadie. Entonces ¿por qué cada día me interesa menos un deporte que me apasionaba hace apenas una década?.

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