23 de julio de 2008

MICROS


Al cerrar la puerta siente en su cuerpo todavía el dulce aroma del adulterio. Se promete que será la última vez, aunque sabe que la promesa durará lo que tarde en enfilar de nuevo la calle, llamar a la puerta y contestar, soy yo, abre...

1 comentario:

ralero dijo...

Estamos tan atados. Y, en nuestras ataduras, hay tantas formas de nombrar, denostándolo, al amor. Una de las feas y lacerantes es adulterio.

Abrazos.