10 de julio de 2008

CONVERSACIONES SUEÑO

La comida es el mejor momento laboral. Ayuda la norma interna que hemos establecido por unanimidad el conjunto de los comensales: prohibido hablar de trabajo. Cualquiera que se acerca con un papel, con una pregunta, con una propuesta para firmar, es recibido con cierto recelo. Además de algún que otro incómodo silencio que el abrelatas Larrey suele romper con destreza, las conversaciones suelen ser de tres tipos que yo califico del siguiente modo: multimedia, que es cine-televisión-música-literatura. Anecdotario, donde cada uno cuenta las peripecias vividas, propias o ajenas, siendo estas las conversaciones favoritas de los lunes. Y el tercero, que es el que hoy me lleva a escribir: las conversaciones sueño.Este tercer tipo suele tener dos variantes fundamentales, ambas relacionadas con lo que está ocurriendo en ese momentos: comida y trabajo. Son conversaciones sueño porque nos elevan un poquito de la rutina, nos acercan a las nubes y nos dejan durante un ratito felizmente suspendidos en la fantasía. La que tiene que ver con trabajo seguro que es totalmente standard en miles de comedores laborales de España: la lotería. Una y otra vez nos imaginamos que haríamos si nos tocara el gran premio que nunca llega, ese viaje, ese coche, esa casa, esos no madrugones, ese vestidito de Prada, esa cámara reflex inalcanzable. En fin, que durante los minutos en los que hablamos y soñamos con los numeritos, nos dejamos llevar y somos ricos por unos deliciosos segundo. La otra variante me da que es más particular, la de la comida. Y es que, como si fuéramos naúfragos rompiendo cocos, hartos de algas y plantajos, nos imaginamos, recordamos, resaboreamos los platos comidos e imaginamos los platos por comer. En cierta medida es como cuando te levantas después de una mala noche, te reconforta pensar en lo pronto que te acostarás. Y esa es otra novedad en las conversaciones de ahora, cosa mía claro, el sueño, no el de dinero o de comer rico, sino el sueño, puro y duro, esa plomiza sensación de picor arenoso en los ojos. Lo malo es que yo me levanto y no pienso, ay, que pronto me acostaré, no tengo tanta imaginación.

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