Eran como las fiestas del barrio. Y un mito también. Nosotros habíamos pasado de disfrutarlas las tres noches a llevarlo con más tranquilidad, hacer visitras incluso de mañana, el aperitivo (incluso con críos), alguna exposición, y sobre todo los conciertos flamencos, todo un clásico. Era mi pequeña aportación económica a mis creencias, a mis principios. Ya que en mi vida, y hasta en las urnas, me muestro un izquierdista algo remolón (cobarde dicen otros, no les culpo) y hasta un comunista renegado, pagar la entrada para los tres días (que ya era un importe considerable) era mi forma de aportar mi granito de arena económica, mi cuota al partido (que ya no es partido). Las fiestas tenían algo de orgía izquierdista pero también de botellón encubierto. Y con la edad la noche te va desfasando. Incluso en las últimas un grupo de red skin nos hizo sentir verdadera vergüenza izquierdista. Esa parafernalia paramilitar no comulga con mi ideario de respeto. En fin, el caso que todo esto, para lo bueno y para lo malo, se acaba. Y como en otras muchas cosas de las que he hablado y otras de las que hablaré, en este imparable camino a la absoluta madurez, siento que se cierra un ciclo, una puerta. Ahora queda, como siempre, la ventana del recuerdo, que con la edad es el mejor lugar para ver algunas cosas. Supongo que ya no será rentable, que ya no habrá una línea común, que habrá división y miles de razones, pero que este año no haya fiestas del PCE me deja realmente huérfano, creo que septiembre, la vuelta al cole, será esta vez, después de una década, bastante más dura, no tengo en el horizonte el tercer fin de semana de septiembre, con mi tradicional visita al viejo recinto ferial para las ya extintas fiestas del Partido Comunista...
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2 comentarios:
Creo que no está el patio para celebraciones, Larrey.
Abrazos.
Puedes ir a las de Majadahonda. En las mismas fechas. Hay chiringuito de IU.
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