6 de julio de 2008

En la semana en que España se hizo mayor en el deporte de balón y el pie, Zapatero, nuestro despistadísimo presidente, anda cuestionando la crisis. Y tan ridícula me parece su negación de la evidencia como el empeño de la oposición por recordarnos a los ciudadanos lo que ya sabemos: estamos en crisis y el gobierno, lógicamente, intenta no pronunciar la palabra. A todo esto, la oposición, que tan clara tiene la crisis, ¿qué nos ofrece?, dennos alguna idea, alguna solución que me haga, por ejemplo, que no me cueste 6 euros ir a trabajar cada día, trabajo práctimente un mes al año para poder ir a trabajar, que no deja de ser paradógico. Igual que con la autoría del 11M la oposición ha encontrado su totem y a él se aferra, ¿es que no han aprendido que el monotema no da resultado en las urnas?. Una alternativa ha de ser eso, una alternativa, estos, me da la (humilde) impresión de que hablan como siempre para convencidos. Una de las noticias de esta semana me desconcierta, el máximo responsable de una acería vasca ha sido detenido por realizar pagos a ETA. No es difícil hacerse una idea de las razones del empresario, para mí que es miedo, con lo que tiene dos problemas, ETA y el Estado, uno por chatagearlo y el otro por condernarlo por ello. A mediados de semana llegaba otro, que para más escarnio, ya fue secuestrado por la banda en 1983. Mientras tanto los muchachos de la roja, los del toque deslumbrante, llegan a la capital en olor (siendo verano no puede ser de otro modo) de multitudes. Y no vamos a negarles en este rincón el mérito, ya era hora de que la gente saliera a la calle para celebrar algo. Y llegamos a la gran noticia de la semana, sin medias tintas, la liberación de unos cuantos de los secuestrados de las FARC, y entre ellas la tan mediática Ingrid, que nos guste o no, hace más ruido que cualquier otro. ¿Os imagináis a Rajoy secuetrado por ETA?, pues eso. Para terminar me quedo con una noticia que para muchos no dejará de ser anecdótica, a todo eso si sale del propio congreso socialista y toma visos de realidad, y es la desaparición de los crucifijos en los actos oficiales y edificios públicos. Es tan evidente la necesidad de esta ausencia que a estas alturas sea noticiable me parece ridículo. Estoy dispuesto a ayudar, si hace falta, para descolgar tanto despropósito, empezando por la escuelas públicas que todavía lo tengan.

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