3 de septiembre de 2007

PALABRAS BIENSONANTES


No sé si os habéis dado cuenta, pero hay una serie de palabras biensonantes que por su significado parecen condenadas a la marginalidad, a las cloacas de las malas noticias, a la infrarrealidad de lo negativo. Creo que el mejor ejemplo de todas es pederastia. ¿Hay alguna palabra que pueda generar mayor rechazo que esta?. En cambio, desembarazaros de su odioso significado, de la bilis que desprenden sus fonemas y centraros en su pronunciación, como si declamarais un poema del mismísimo Lorca. ¿A que ya no parece una palabra tan odiosa?. Hay muchas, prostíbulo, enema, forúnculo, vomitorio, hipotega (uf), enemigo, arrasado, moribundo...la lista es larga. Me dan pena, son palabras que nunca estarán en una canción, en un poema de amor, ¿quien conquistará a una dama incluyendo enema entre amor y latido?. No es justo, porque las palabras son algo más que significado, debería permitírseles un espacio en el que los sonidos reinaran, donde ellas puedieran resarcirse de tanta marginalidad. Se merecen un poema, el poema de las palabras biensonantes. Pero la poesía y yo nunca nos hemos llevado bien, así que, en esta cuesta de septiembre tan dura, la de la vuelta al cole, os lanzo el reto. Rafa, tú que eres tan aficionado a los poemas, ¿por qué no nos regalas uno?.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si se me permite... les regalo una invitación a mi blog

nospasos.blogspot.com

Anónimo dijo...

haiku

las horas muertas
detrás del escritorio…;
¿alguien me quiere?

ralero dijo...

Jo, larrey, es todo un reto, ya veré si se me ocurre algo. Aunque pienso que en poesía no hay palabras malsonantes, si acaso oídos sucios. O sordos.

¡Ah! gracias por tu invitación. Ya veremos. Mañana te digo algo más.

He recordado un libro que tengo ganas de pillar. Ésta es la reseña.

EL ARTE DEL INSULTO (J.D. Luque, A. Pamies y F.J. Manjón).

Hoy, como siempre, vivimos en una sociedad de abusones y desaprensivos, de hipócritas, iluminados, beaturrones y oportunistas que intentarán llevar el agua a su molino mediante la hábil manipulación de buenas intenciones y la explotación de nuestra mala conciencia. Por ello, el insulto es la mejor arma que tiene la gente corriente para defenderse contra los incesantes esfuerzos de todas las esferas del poder por imponerle ideas preconcebidas y hábitos de conducta controlables.

¿Quién no ha insultado nunca a nadie? ¿Quién no se ha quedado dudando a la hora de elegir el insulto más adecuado para la situación? ¿Y quién no se ha arrepentido de haber optado por un improperio banal y desgastado? Estas preguntas, como otras parecidas que podrían formularse, apuntan a la importancia del insulto en el acervo léxico de cualquier lengua, y a la sutileza de matices que, por su efecto en el destinatario, distingue expresiones injuriosas en apariencia sinónimas. El presente tratado, que aúna rigor y amenidad, nos ofrece un amplio estudio de los campos semánticos fundamentales del insulto en español, enriquecido con numerosísimos ejemplos en nuestra lengua y en algunas otras.

La sociedad tiene, al parecer, una inagotable y estúpida capacidad de caer en las trampas que los listos de siempre intentan tenderle. Todo avance social va acompañado de la creación y explotación de un sentimiento de culpa por los atropellos anteriores. Una legión de oportunistas está siempre lista para subirse al carro de los nuevos aires, convirtiéndose en represores y tratando de capitalizar los avances sociales para su medro personal y, también, para satisfacer el eterno deseo de fastidiar a los demás con prohibiciones hipócritas.

Frente a ellos, frente a la mojigatería, frente a la ñoñez, frente a la estupidez consumada, desde lo más profundo de la rebeldía popular surge el insulto, fustigador de vicios, desmontador de falsas buenas intenciones, desvelador de las miserias humanas. Frente al anatema sit de los represores ideológicos y lingüísticos, el insulto muestra una saludable y democrática capacidad de ser iconoclasta e irreverente. La tribu puede caer periódicamente en nuevas neurosis colectivas y hábitos absurdos, Anteayer la inquisición, ayer la moralina de la lucha de clases, hoy la lucha de los sexos y de las minorías. Contra ellos, contra la represión y, sobre todo, contra la autorrepresión, el arma secreta, que no puede ser anulada ni erradicada: el insulto.

Marae, muy hermosos tus poemas.

Anónimo, muy bueno tu haiku.

El escritorio,
sucedáneo de amor.
Tiempo onanístico.

O bien...

El escritorio...
me consuela del tiempo
de amor perdido.

Abrazos para todos.