Escribí hace unos años una novela que titulé Quien se acuerda de Mazinguer Z. Era una novela coral que pretendía contar una historia de nuestra generación, la de los que vemos igual de cerca los treinta que los cuarenta. Se quedó en un interminable borrador de 800 páginas llenas de sentimiento y poca calidad. He intentado retomar la idea, no la de la novela, sino la de la generación, y lo he hecho por la parte fácil y estimulante: buscarle un título. Me ocurre muchas veces, porque conduciendo, esperando la cola del pan o en un tiempo muerto del basket pensar una escena, la estructura de una novela o los entresijos de un personaje, es muy complejo. En cambio sacar una frase, como el que lanza un micro, es mucho más prático. A coletazos he ido viendo unos y otros y al final me quedé con Generación Google. Me gustaba porque representaba un poco el mundo en el que estamos creciendo, donde internet es un poco la televisión de los setenta, cuando se decía que sí, que es verdad, que lo he visto en la tele. Usamos internet diariamente, es nuestra herramienta de comunicación, búsqueda y ocio. Pero aun así no me deja satisfecho, porque los niños de quince años también son y serán una generación google, al menos por ahora (a saber lo que tendremos por ahí dentro de quince años). Así que he seguido buscando y buscando algo especial, realmente significativo. Ideas no han faltado, desde El rey mileurista, Cadena bancaria, treinta años y un día, Los treinta y en casa...En fin, que seguía sin encontrarle la chispa necesaria y, mira tu por donde, la he encontrado esta mañana. Somos la generación Tupper. Sí, eso sí que creo que nos diferencia de los demas, somos una generación que como todas las anteriores, cuando se fueron de casa, tenían como un ritual más o menos obligado la comida o cena en casa de los padres. La diferencia en nuestro caso es que vamos con una buena colección de tuppers para retornar con medio menú hecho. Vamos, que las madres, marchados los hijos, siguen cocinando, como quien dice, para toda la familia. No sé si eso es enfermizo, pero cuando ayer abrí el tapper con la paella del domingo, le eché el limoncito y empecé a cenar, pensé que una buena paella bien merece un psicoanalista.
14 de septiembre de 2007
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1 comentario:
Las madres nos resistimos a cortar del todo ese cordón vital que nos mantenía absolutamente adheridas a esa vida intrauterina, pero, hay que hacerlo si verdaderamente amamos a nuestros hijos.
Suele ocurrir que lo más valioso sea, a su vez, lo más difícil,y es más fácil alimentar dependencias que educar en la libertad y autonomía
Desde luego ese tupper puede ser una fiesta y muestra de cariño por ambas partes, pero también sería estupendo que los hijos trajeran un tupper con ese nuevo postre que han aprendido a hacer para que lo saboree su mami
Besotes
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