12 de septiembre de 2007

MICROS

Cuando el albacea terminó de leer el testamento todos estuvieron contentos. Pero miraron al nieto más pequeño, condescencientes, con pena. Él, en cambio, sonreía, feliz, al fin y al cabo su abuelo le había dejado en herencia todos sus sueños.

2 comentarios:

ralero dijo...

No cabe mejor herencia que esa, porque, además, aquél que nos la deja, nunca se termina de ir del todo de nuestro lado.

Un abrazo

Anónimo dijo...

¿A la herencia no le falta algo?

¿Una (en) delante quizá ?

Lindo: el micro y el comentario de Rafa también

Besillos